Julio
Urbina
“La expansión del sistema científico
y tecnológico pasa por la modernización del modelo económico”
El desarrollo de la ciencia y la tecnología no es una
panacea. Tampoco es una quimera: es una necesidad. No se trata de desistir
de un deseo personal, sino de abandonar una necesidad completamente generalizada
que pone en peligro la supervivencia del hombre, la sociedad y del país
entero. No incursionar en este “recorrido” implica quedarse al
margen de una realidad mutable, en la cual el dominio de los procesos tecnológicos
y científicos constituye el principal baluarte de la sociedad del conocimiento.
Pero, ¿qué o quién determina ese desarrollo tecno-científico?
A decir de Julio Urbina, “la lógica de por qué no hay
ciencia en Latinoamérica es la economía de Latinoamérica.
La falta de desarrollo económico y científico en nuestros países
tiene una razón: modelos de desarrollo económico profundamente
atrasados que no demandan ciencia y tecnología. La expansión
del sistema científico y tecnológico pasa por la modernización
del modelo económico, y no lo contrario”.
Es decir, ambas herramientas, para poder calar profundamente en una determinada
formación social, necesitan ser demandadas, pero esa demanda sólo
es posible sobre la base de modelos económicos que, a su vez, reclamen
ciencia y tecnología. “El factor que dispara el desarrollo del
capitalismo en Occidente no es la acumulación económica en los
científicos. Lo que había en Occidente eran procesos socioeconómicos
que crearon condiciones muy particulares, por ejemplo, el desplazamiento de
los pequeños propietarios rurales en Inglaterra y Alemania y otros
países nórdicos que llevaron a una acumulación de poder
y a la creación de monocultivos en ciertas zonas del norte de Europa.
Esos monocultivos (asociados con la mano de obra de personas que ya no trabajaban
en el campo), más la tecnología que se captaba y adaptaba a
la producción de ciertos elementos de uso masivo (textiles, pigmentos,
medicamentos rudimentarios), y más la apertura del mercado, crearon
la posibilidad de reproducción masiva que, a su vez, generó
la demanda para aumentar la eficiencia de procesos de innovación. Dentro
de esos procesos de innovación se comenzó a apreciar a la ciencia.
La ciencia no es el buey que está arrastrando el carro. Son las condiciones
socioeconómicas las que están arrastrando a la ciencia, potenciándola”.
Esas sociedades occidentales, que espectacularmente consiguieron el desarrollo
casi total de los diversos sectores de la vida, se percataron de las formidables
posibilidades que la ciencia es capaz de ofrecer, utilizaron los resultados
de dichas experiencias e investigaciones y los convirtieron en objetos, químicos,
aparatos, instrumentos, es decir, los transformaron en tecnología.
Por eso insiste Urbina en la idea de que “cuando se desarrolla la ciencia
es cuando se necesita la ciencia. Cuando se desarrolla la ciencia es porque
hay exigencias tanto del punto de vista de obtener condiciones de vida para
la población del país que la produce como para poder competir”.
Lamentablemente, es otro el paisaje advertido en las sociedades latinoamericanas
donde, todavía, la población no ha tomado conciencia del papel
preponderante que la ciencia y la tecnología desempeñan en su
evolución y desenvolvimiento. Donde, además, “el sector
productivo sigue siendo un sector productivo basado en un modelo de sustitución
de importaciones que, básicamente, entiende que la tecnología
no es una inversión sino un insumo que se compra. No basta con insistir
en la historia de que el problema de la ciencia tiene que ver con falta de
inversión o con falta de interés de los científicos en
involucrarse en problemas nacionales. Eso es superficial. El desarrollo de
la ciencia no puede verse como un objetivo en sí mismo; el desarrollo
de la ciencia pasa por la modernización de la sociedad como un todo”.
El reconocimiento es crucial
La brecha entre los países desarrollados y los que aún luchan
por tal distinción es abrumadora y no puede observarse como un proceso
aflorado de la nada, que responde a factores casuales, únicamente.
La ciencia es considerada un importante catalizador del desarrollo siempre
y cuando la sociedad la demande, la exija, la reclame. Como lo manifiesta
Urbina, “la gran diferencia, la verdadera separación de las llamadas
sociedades industrializadas o desarrolladas y los países en desarrollo
es la demanda de ciencia que tienen unas y otras. La ciencia tiene una capacidad
de dinamizar el desarrollo tanto económico como social en la medida
en que se incorpore en lo social en términos de bienes y servicios,
no solamente que se produzca sino que se demande. La única posibilidad
de que esa brecha se cierre es que el modelo económico de los países
en desarrollo se haga más eficiente y, por ende, demande más
ciencia. Pero la ciencia, por sí sola, en los institutos de investigación,
académicos, privados o públicos, no va a dinamizar al país”.
Cabe preguntarse entonces, ¿cómo hacer para que la sociedad
demande más ciencia? “Esa es una de las claves y uno de los retos
que tienen los planificadores de ciencia y tecnología en Venezuela
y América Latina, y es uno de los objetivos que puede abordar este
tipo de eventos. Para mí, la clave es no separar la inversión
de ciencia del resto de las inversiones de desarrollo económico. La
idea es que el sector científico esté incluido en todos los
ámbitos de la sociedad”.
El
reconocimiento de la ciencia y la tecnología por parte de la colectividad
significa, además, cierto grado de comprensión y de asimilación
sistemática de trabajos especializados que, de alguna manera, no son
del todo cotidianos. A pesar de reconocer la complejidad inherente a esta
complicada rama, Urbina no cree necesario adaptar el lenguaje científico
al común de las personas. “La ciencia moderna es una cosa de
alta complejidad. Pero la demanda no es para que los científicos hagan
una ciencia más comprensible, sino para que ciertos procesos sociales
se reconozcan como tales. Para eso no hay necesidad de ser científico.
No es que los investigadores te van a decir cuáles son los problemas
en un lenguaje simplificado. No es que los científicos, en su ambiente,
estén fuera del mundo, sino que el resto de la sociedad no los demanda.
Los científicos no pueden ser al mismo tiempo generadores de conocimientos
y generadores de demanda. El país, como sociedad entera, tiene que
movilizar su construcción de conocimientos y entender que, hoy día,
la mayor parte de la producción de bienes y servicios depende de conocimientos
profundos. La clave está en la internalización de la ciencia
en todos los estratos de la vida, hacerla parte de la vida cotidiana. El problema
no es tanto el lenguaje de los científicos, sino la preparación
que tengan los maestros, los políticos, los dirigentes vecinales, los
líderes sindicales, los empresarios”.
De ellos, fundamentalmente, depende el desarrollo de la ciencia y la tecnología.
De ellos depende que el hacer ciencia en América Latina no resulte
tan difícil. “El problema es que la comunidad científica
se está estancando porque, en la medida en que no se demande más
de la ciencia, en la medida en que no se pide conocimientos, no hay nuevas
inversiones, y esas inversiones son las que hacen las cosas viables para las
nuevas generaciones”.
La modernidad se impone como norma a seguir. Y como todo proceso de selección
natural, los rezagados no parecen tener cabida. Será posible el establecimiento
de una plataforma geopolítica justa en la medida en que se logre una
convivencia armónica entre los avances científicos y tecnológicos
y los valores, las creencias y las tradiciones de este nicho (tecno) social.