Conclusiones


La visión ínter subjetiva de la experiencia analítica tiene por raíces las teorías de tipo interpersonal, diádicas de la relación. Se ha nutrido de los desarrollos de las teorías de relaciones objetales internalizadas, y surge con vigor después de los desarrollos kleinianos en la clínica. El énfasis de la clínica kleiniana en enfocar y hacer seguimiento del uso de las interpretaciones del analista por parte del paciente, su relación con la interpretación, sirvió de marco a avances importantes en el entendimiento de la dinámica entre la transferencia y la contratransferencia, lo cual es un umbral para la corriente ínter subjetiva.

La importancia de la identificación proyectiva y la multiplicidad de sus dimensiones, desde la función defensiva a la comunicación primitiva, y el reconocimiento de la capacidad de rêverie como contraparte necesaria en el terapeuta, completan la entrada al mundo de lo ínter subjetivo.

Los aportes adicionales de Winnicott y de Kohut, pueden entenderse como extensiones de esa clínica, en las cuales la sintonía del terapeuta, expresada en la provisión del holding, para Winnicott, o del entendimiento empático, para Kohut, empiezan a delinear las actitudes y funciones más reales del analista, no las de simple pantalla de proyección, observador no participante, sino las de coautor con el paciente en la creación de un espacio de ilusión o juego en el cual es posible la pesquisa analítica. Aún para estos autores, la concepción del terapeuta es la del proveedor de una función necesaria para el entorpecido desarrollo psíquico del paciente.

Paralelamente a estos desarrollos, el analista tuvo que enfrentar una necesaria maduración en su honestidad, franqueza, responsabilidad y ética. Pasó de ser omnipotente conocedor y fuente de un foco de observación privilegiado, a ser participante en simetría oscilante con el paciente. Sin otro privilegio que su compromiso y entendimiento brindado por su formación, con la modestia impuesta por ver la dimensión inmensa de la tarea analítica, pudo avanzar el estudio más sincero del campo emotivo y la espiral de la interrelación de las subjetividades en el curso de la terapia analítica.

La continua observación de cuanto acontece en el curso de cada sesión, la construcción del ambiente singular del espacio analítico y su superficie de trabajo, el desarrollo y creación compartida de ideas, explicaciones e historia, son el camino. En nuestra tarea no contamos con alcanzar verdades finales o absolutas. Como en las ciencias contemporáneas, sólo existen rutas por las que transitamos con verdades pragmáticas puestas continuamente a prueba, y a las cuales modificamos cada vez que encontramos o creamos otras que consensualmente nos parece que funcionan mejor. El resultado de ese trabajo honesto y franco, es la lenta modificación de cualidades personales, más aparentemente quizás en nuestros pacientes que en nosotros mismos, y que generalmente llevan a la mejoría global de la calidad de vida.