Introducción
Amar y ser amado constituye una de las experiencias humanas más sublimes
y estimulantes que existen. La ausencia de afecto produce gran sufrimiento:
en la falta de amor está el origen de muchas de las patologías
mentales.
Elegir
pareja genera emociones deliciosas que infla el sí mismo y le dan un
especial sentido a la vida, brindando una gran fuerza que reafirma la identidad,
la confianza y la motivación para luchar. Es en el tiempo, con la convivencia
y la cotidianidad, que se toma conciencia del tipo de elección que se
ha realizado y de allí la decisión de continuar o interrumpir
la relación. De manera que la elección de pareja es un proceso
espontáneo que inicialmente se siente y que posteriormente se piensa.
Nadie quiere cometer un error al escoger pareja: Sin embargo, son muchos los
que no logran concretar el sueño de tener una pareja satisfactoria.
En
la elección de pareja se colocan expectativas idealizadas de bienestar
y de placer, que suelen dejar a un lado aspectos de la realidad propios de la
convivencia y de las relaciones humanas. A través de mecanismos concientes
y sobretodo, inconscientes, se espera que la persona llene las carencias y resuelva
todas las dificultades que se tienen; en ella se proyectan deseos y necesidades,
aspectos buenos y aspectos malos.
Podríamos
hacer una larga lista sobre lo que se busca en una pareja: que sea una persona
sana, amable, respetuosa, considerada, responsable, trabajadora, de buen carácter,
el físico es importante para muchos, que le guste compartir más
o menos las mismas cosas, que le guste salir, etc. ¿Por qué si
en general, teniendo “claro” estos aspectos, es tan común
equivocarse y fracasar? ¿Estará el “fracaso” en la
elección o en lo que implica ser y tener pareja?
Es
interesante considerar, por otra parte, en qué momento mental y en qué
contexto se escoge la pareja, ¿qué elementos confluyen en el llamado
“flechazo de cupido”? Podríamos considerar que se trata de
un “tiempo de cierto riesgo emocional”, pues podría ocurrir
que frente al vacío afectivo, se le coloque el “traje de príncipe
azul” -o el de princesa- a quien no corresponde. Cuántas veces
alguien se empeña -debido a necesidades mal canalizadas, o por intolerancia
a la soledad- en armar un proyecto pareja con alguien que está lejos
de tener la disposición para formar un vínculo.
Para
los psicoanalistas, el proceso de elección de pareja se fundamenta en
“lo edípico”, denominando con ello al conjunto de ideas,
emociones e impulsos, en gran parte o por completo inconscientes, que se centran
alrededor de las relaciones entre padres e hijos, y que estructuran y organizan
el funcionamiento mental.
Para
Freud, el Edipo tiene que ver con el profundo amor por el padre del sexo contrario
y la rivalidad y rechazo al padre del mismo sexo; o con el amor al padre del
mismo sexo y la exclusión del otro, con todos los sentimientos ambivalentes
de amor, odio y culpa que dichas dinámicas generan.
Según
las nuevas ampliaciones que el psicoanálisis ha hecho sobre el Edipo,
se hace énfasis en la importancia de la relación con los padres
en el crecimiento mental. En la medida en que se cuente con unos padres que
favorezcan la capacidad de pensar y estimulen el gusto y el esfuerzo por el
conocimiento, este hijo o hija se orientará hacia una vida rica en experiencias
que favorecerán su evolución. Unos padres que prohíban
la curiosidad, la búsqueda de conocimiento y la creatividad, harán
de la realidad una experiencia a ser tratada desde la envidia, el odio y la
mentira.
Aunque
en estos tiempos de posmodernismo existen nuevas formas de relación amorosa,
en el inconsciente ese tiempo social no varía. En el ser humano predomina
el instinto de vida que desea y busca la unión, porque la unión
es lo que da vida y permite crear y construir.