Introducción

“En Venezuela, con el sueldo que tenía no podía desarrollar las diferentes etapas que quería: ayudar a mis padres, comprar vivienda, comprar auto, casarme, tener hijos, etc. Es decir, con los 580 mil bolívares que ganaba no me alcanzaba para vivir. La diferencia de sueldo es del cielo a la tierra y la calidad de vida, ni hablar”
Alejandro Sánchez Camejo, venezolano.
Médico de Urgencias. Servicio Canario de Salud. España.

Después del viernes negro en 1983, Venezuela pasó de ser un país atrayente para los inmigrantes a ser una nación exportadora de talentos, entre ellos se encuentran los profesionales de la medicina. La fuga de cerebros médicos es un fenómeno difícil de comprobar, en especial por la tendencia mundial de estos profesionales de movilizarse fuera de su país para cursar estudios de postgrado, (sub) especializaciones o doctorados y luego regresar.

Por otro lado, el registro de galenos en el país (o venezolanos que ya no viven en territorio venezolano) tampoco está actualizado. La Federación Médica Venezolana está realizando un censo médico para actualizar el registro de profesionales nacionales. Esa medición aún no ha sido terminada por lo que no se conoce aún cuántos médicos y médicas hay en Venezuela, cuántos nos faltan para cubrir las necesidades asistenciales y cuántos se han mudado del país.

Cifras exactas no hay. Pese a que la migración de alto nivel es visible y legal, por lo que debería formar parte de las estadísticas, resulta muy difícil determinar su volumen. Una de las razones es que no existe un registro diferenciado por carreras de las cifras totales de emigrantes, sino que se suman todos los ciudadanos sin tomar en cuenta la profesión. En otros casos esto se debe a la dificultad para diferenciar los casos temporales de los permanentes: muchos médicos dejan su país con la intención de estudiar y regresar pero con el tiempo encuentran empleo y se radican.

Sin embargo, es la observación directa y el conteo de casos lo que hace sonar las alarmas de expertos y condiscípulos. “En un cálculo rápido, cuento 14 colegas que sé ya se han ido a Estados Unidos, España, Canadá y Reino Unido”, aportó Pedro Zapata, médico psiquiatra quien prepara su viaje a España para cursar una subespecialidad.

“Aquí uno juzga por lo que ve, por los huecos que te quedan en guardias o cuando empiezas a actualizar la libreta de los colegas conocidos”, ilustró Luis Herrera, profesor del postgrado de Anestesiología del Hospital Universitario de Caracas. “O cuando revisas las publicaciones médicas y ves que fulano y mengano ya no están adscritos a las universidades venezolanas, sino que lo ves firmando como profesor de una universidad en Estados Unidos, España o Reino Unido. Ahí te preguntas si además de médicos en ejercicio estás perdiendo valiosos investigadores”, indicó Jaime Requena –presidente de la Fundación de la Universidad Metropolitana (F. Unimet)-, quien enumeró algunos talentos del área biomédica que perdió el país: “Humberto Fernández-Morán, el creador del cuchillo de diamante, fue tal vez el primer fugado, pero también está José Esparza (descubridor de la vacuna contra el rotavirus y coordinador del programa de vacunas contra el Sida en la Organización Mundial de la Salud), Honorio Silva (ahora investigador de Pfizer en Nueva York), Luigi Cubeddu (del área de Farmacología), por nombrar algunos”.