Conclusión
Las
diferentes versiones del mito dejan entrever cómo el hombre social se
las ve con la matriz de “pecho” y la matriz edípica, como
proto fantasías universales que rigen la constitución del individuo
y por ende del grupo social como unidad. Las vicisitudes del logro de la identidad
como grupo societario son los temores ante las tendencias instintivas primordiales:
el incesto, el parricidio/filicidio correspondientes a la matriz edípica,
donde las pasiones desatadas de traición, celos envidias, desconfianza
y aislamiento se proyectan en lo extranjero, en la exogamia, que es lo desconocido
de si mismo. Sin embargo, existen otras tendencias más primarias asociadas
al pecho y la especularidad, con su fascinación atrapadora en el mundo
diádico ideal, divino en cuanto fusión con el objeto que lo indiferencia
de éste, tan cercano a la muerte del si mismo, pero que en su versión
opuesta puede ser la fusión “diabólica” enloquecedora,
atrapante, constrictora.
Estas matrices psíquicas tienen sus derivados relacionales que se expresan en el mito: en la amenaza que significó la conquista española y las siguientes inmigraciones a la población nativa de Venezuela, como es la importancia del mestizaje, los temores a la pérdida de las identidades originarias, pero también la amenaza que lo extranjero implica para el grupo comunitario de hombres y mujeres.
El mito refleja también que ha sido creado por el hombre perteneciente a una sociedad patriarcal. En la mente de estos hombres quien prima es la madre-mujer y su desconfianza hacia ésta, como uno de los organizadores edípicos de la estructura relacional. En esta versión la mujer-madre mala que engaña, traiciona, asfixia, come hombres, que lo que le interesa del hombre es satisfacer su necesidad sexual y nada más, se contrapone a la mujer-madre idealizada, diosa, fértil, que protege, y que el hombre venera, y le da seguridad ante las incertidumbres de la vida. Ante esta madre-mujer escindida, todopoderosa, el hombre se siente vulnerable, amenazado en su sobrevivencia, mostrando su naturaleza finita.
En contraposición a esta vulnerabilidad, aparece la mujer/madre todopoderosa que ejerce influencia más allá de la muerte, y por este atributo acerca al hombre a la divinidad, al compartir los dones de la diosa en las experiencias sensoriales-mágicas y eso lo hace inmortal. Siguiendo a Santamaría, estas versiones del mito de María Lionza responden a los diversos temas que el autor menciona que contiene algunos mitos, sobre todo el de la ilusión de inmortalidad y de invulnerabilidad, que es consecuencia de la identificación extrema con lo materno/femenino. Como también, en parte, responde a la presencia de una madre omnipotente, controladora, que no favorece la individuación del hijo y que castiga los intentos de independencia de éste. Que amenaza con abandonar al hijo y si éste se aleja de ella regresa culpable, y aparece en forma de diosa o de bruja.
Este culto a la madre diosa nos habla de la dificultad del hombre y de los miembros de una sociedad para desprenderse de la mente primitiva (Bianchedi). Para Santamaría, el mito de Edipo es la envoltura superficial de una identidad más profunda, que lo verdadero del mito es lo pre-edípico/mítico/indígena, que se elabora y se exterioriza a diferentes niveles de comportamiento. Que es allí que se encuentra la creatividad y originalidad de nuestra identidad.