Introducción

Las vasculitis sistémicas son enfermedades raras caracterizadas por la infiltración inflamatoria y necrosis de los vasos sanguineos, que acarrean una considerable morbilidad y mortalidad por su espectro de afección multiorgánica (1). La arteritis de Takayasu es una panarteritis granulomatosa crónica de etiología desconocida, que afecta vasos de mediano y gran calibre, habitualmente la aorta y sus principales ramas (2). En base a los estudios de la Clínica Mayo (Condado de Olmsted, Minnesota) y de Uppsala, Suecia, su prevalencia a nivel mundial es de 2.6 y 1.6 casos por millón de habitantes al año, respectivamente (3). Ochenta a noventa por ciento de los casos ocurre en pacientes del sexo femenino, menores de 40 años (4).

Se manifiesta clínicamente por síntomas variados de isquemia debido a lesiones estenóticas o a la formación de trombos, con destrucción progresiva de la media de la pared arterial conduciendo a la formación de aneurismas y en muchos casos la ruptura de las arterias involucradas. La estenosis arterial y la isquemia subsecuente conducen a claudicación intermitente en mandíbulas o extremidades, a hipertensión renovascular, infartos del miocardio o insuficiencia vascular mesentérica (5).

La tendencia a la fibrosis rígida post-inflamatoria de la pared vascular amerita a menudo técnicas de revascularización en las fases tardías u oclusivas de la enfermedad. La angioplastia transluminal percutánea ha emergido en los últimos años como método terapéutico eficaz y seguro de cirugía vascular reconstructiva (6).

La relativa inespecificidad de los síntomas y la baja prevalencia de la enfermedad demandan un alto índice de sospecha por parte del clínico. El reto para el médico es documentar a tiempo la enfermedad, a los fines de instalar una terapia inmunosupresora temprana y a la vez determinar el tiempo apropiado para la intervención quirúrgica. El caso que presentamos es uno de los pocos reseñados en la literatura con compromiso bilateral simultáneo de arterias carótidas y subclavias.