Introducción

Desde su descubrimiento, hacia finales del siglo pasado, los anticuerpos han cautivado la atención de médicos, bioquímicos y científicos en el área de las biociencias y la historia recoge testimonios de ello. Por ejemplo, el primer premio Nobel, otorgado en el área de Fisiología o Medicina, lo recibió Emil von Behring, precisamente, gracias al trabajo en el cual reportó el descubrimiento de los anticuerpos (4). Desde entonces y hasta el presente, quince premios Nobel han sido otorgados a individuos que han hecho aportes significativos en el ámbito de la inmunología. Siete de éstos fueron entregados a personas cuyo trabajo estuvo directamente relacionado con anticuerpos (1W). Sin duda, este interés surgió de la inmensa potencialidad que, desde un inicio, les fue reconocida a estas moléculas para ser usadas en aplicaciones diagnósticas y terapéutico-profilácticas. Los anticuerpos policlonales, o antisueros, fueron los protagonistas en la época de la serología y la seroterapia. Los anticuerpos monoclonales, de primera generación, aparecieron a mediados de los años setenta para convertirse en las herramientas principales de poderosas técnicas analíticas como los radioinmunoensayos, los ensayos inmunoenzimáticos y la citometría de flujo. Más recientemente, avances importantes en el área de la biología molecular y el desarrollo de técnicas de ADN recombinante han hecho posible la creación de anticuerpos recombinantes, también llamados anticuerpos monoclonales de segunda generación. En esta revisión intentaremos resumir los hechos, conceptos y tendencias más importantes en este campo, remarcando los aspectos aplicados de mayor impacto para la biomedicina.