Un científico a contracorriente
No es tarea fácil definir a un hombre como Julio Urbina. Más, cuando constatamos que no es producto del azar su carácter, forjado por años de experiencias que no le han dado tregua para decaer ante el hecho de vivir en un país donde hacer ciencia no es la regla.
Se podría pensar en un Julio Urbina entregado día y noche a los libros, a la docencia, a su laboratorio científico y a los viajes de trabajo. Probablemente sea así. Pero al verdadero Julio Urbina todavía le queda tiempo para su familia y para sentarse a reflexionar sobre los problemas que aquejan a la ciencia en Venezuela y el mundo.
Entonces, hablar de Julio Urbina no es referirse nada más al Premio Fundación Polar 1997, ni al docente de la cátedra de Fisicoquímica de la Escuela de Biología de la Universidad Central de Venezuela, ni al investigador del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC). Es también dar a conocer al padre de familia y, sobretodo, al luchador que no se rinde y que se entrega con sentido crítico y social al noble ejercicio de la ciencia.
Una extensa y reconocida trayectoria se aprecia en su currículum vitae en el que sobresalen los títulos de Biólogo egresado de la Universidad Central de Venezuela, con postgrados en los departamentos de Química de la Universidad de Sheffield, en Inglaterra, y del Instituto de Tecnología de Massachussets de Estados Unidos, con doctorado en Fisicoquímica.
En el año 2000 fue
seleccionado por el Instituto Médico Howard
Hughes de los Estados Unidos como Académico Internacional, dentro
de un programa que persigue como propósito financiar y apoyar todas aquellas
iniciativas relacionadas con el estudio de las enfermedades infecciosas que
afectan a una gran parte de la población humana.