Manifestaciones clínicas

El período de incubación de la enfermedad es de aproximadamente 10 días (8-13 días), desde el momento de la exposición hasta la aparición de la fiebre y de 14 días hasta la aparición del exantema. Es altamente contagioso uno a tres días antes del inicio de la fiebre, disminuyendo la contagiosidad rápidamente una vez que aparece el exantema.

La infección se presenta con un período prodrómico de dos a tres días de fiebre, malestar general, tos, coriza y conjuntivitis. La fiebre inicialmente asciende con rapidez y se mantiene elevada hasta el final del período prodrómico, para elevarse de nuevo con el inicio del exantema, llegando hasta 39-40oC. (Fig.3)

En el 80% de los casos se observa en la mucosa oral puntos blanquecinos ligeramente elevado con base eritematosa, que se han comparado con granos de arena, localizados con más frecuencia en la mucosa opuesta a los segundos molares, que aparecen dos días antes del exantema y duran solamente 24-48 horas (Signo de Koplik), por lo cual aunque se consideran patognomónicas del sarampión, su valor diagnóstico se encuentra limitado por su fugacidad (1,6). (Fig. 4).

La erupción es máculo-papular de color rojo-violáceo, que comienza por detrás de las orejas y en la cara y posteriormente se extiende al tronco y extremidades, respetando usualmente las palmas de las manos y las plantas de los pies, adquiriendo su máxima expresión a los dos a tres días, con una duración de hasta siete días, desapareciendo en el mismo orden en que brotó, seguido de una descamación fina (furfurácea) que algunas veces puede ser severa, especialmente en niños desnutridos (1,6). (Fig. 5)

Una descripción resumida de la patogénesis y manifestaciones clínicas de la infección por el virus del sarampión, se presenta en la Figura 6.

El curso clínico típico del sarampión se muestra en la Figura 7.

Las complicaciones se presentan con mayor frecuencia durante o después del período exantemático. Las infecciones respiratorias son la causa más importante de morbi-mortalidad en niños con sarampión, pueden ser debidas al propio virus o a infección secundaria por otros agentes virales como el Herpes simplex y adenovirus u organismos bacterianos. Las más frecuentes son la bronconeumonía, la laringitis estenosante o crup sarampionoso, traqueobronquitis aguda, otitis supurativa, mastoiditis y sinusitis. Un gran número de niños en países subdesarrollados, desarrolla diarrea durante y después de la enfermedad aguda, que puede exacerbar su déficit nutricional. Las complicaciones neurológicas son frecuentes. La manifestación más común es la convulsión febril, la cual usualmente no se asocia con secuela. La encefalitis sarampionosa afecta uno de cada 1000 niños con sarampión, tiene mal pronóstico con elevadas cifras de mortalidad y de graves secuelas psíquicas y neurológicas. La mielitis y la encefalomielitis son raras. La panencefalitis esclerosante subaguda es más rara (incidencia 1:100.000 casos de sarampión) y consiste en un desorden neurológico crónico y degenerativo asociado con la persistencia del virus en el Sistema Nervioso Central, esta complicación puede manifestarse varios años después de la infección inicial.

Otras complicaciones incluyen piodermitis, ulceración corneal y púrpura trombocitopénica.