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Ventajas
y limitaciones de los psicofármacos
Ya
he planteado que el uso de psicofármacos sin algún tipo de psicoterapia
es un grave error, pues no sólo impide seguir de cerca el curso de la
patología, sino el de la medicación.
Esto es crucial si tenemos
en cuenta que cada vez es más frecuente que los récipes son extendidos
por médicos no psiquiatras. Por ejemplo, los antidepresivos inhibidores
de recaptación de serotonina (SSRIs), se cree han sido utilizados por
más del 10% de la población de Norteamérica, estimándose
que en los Estados Unidos el 70% de las prescripciones son extendidas por médicos
no psiquiatras. Además, del total de los medicamentos, Fluoxetina es
la tercera droga más vendida, seguida por Sertralina que es la séptima
y por Paroxetina que es la novena.
Recapitular los beneficios
de los psicofármacos es una tarea que trasciende el marco de este trabajo.
Además, es de todos conocido el enorme progreso representado por éstos
en la evolución de la psiquiatría. Sin embargo, voy a plantear
algunos de los inconvenientes y complicaciones del uso de los mismos, ya sea
con o sin psicoterapia. Para ello, me referiré casi exclusivamente a
los antidepresivos, por ser - como ya fue señalado - unos de los más
utilizados en diversas patologías y ya que, últimamente, se han
vuelto casi una panacea.
Debo aclarar que no pongo
en duda los enormes beneficios proporcionados por ellos, pero, aún así,
trataré de mostrar cómo y por qué se está abusando
de los mismos, los riesgos que conllevan y cómo se están indicando
indiscriminadamente para problemas que sería mejor tratar psicoterapéuticamente,
y esperar la evolución y elaboración natural conferida por la
experiencia vital.
Aunque ya señalé
que no estoy de acuerdo con que el uso de medicación interfiere necesaria
e inevitablemente con la motivación para la psicoterapia, también
es cierto que, para muchas personas, el alivio de la sintomatología es
un camino corto, el cual Freud llamó la fuga hacia la salud, porque ésta
deja de constituir un estímulo para superar los patrones de conducta
y personalidad que, al menos en parte, la causaron.
Es bastante notorio que
muchos, si no todos, los avances de la humanidad se producen a causa de la frustración.
El bebé, ante la frustración no excesiva, debe desarrollar los
medios para solicitar ayuda, debe desarrollar su pensamiento y su comunicación.
Igualmente, los avances tecnológicos, los cuales incluyen el desarrollo
de los psicofármacos, se producen ante las frustraciones y necesidades
de pacientes y terapeutas. Entonces debemos reconocer que el bienestar producido
por un fármaco, de algún modo, interfiere con la creatividad y
motivación para el cambio que genera la frustración.
Por supuesto, ciertos trastornos
son tan severos que inhabilitan a la persona para cualquier cambio y lo sumen
en la enfermedad y el deterioro, haciendo que la frustración sólo
conduzca a más frustración, pues, como dije, antes la frustración
promueve el cambio si no es excesiva. En estos casos, la frustración
nos ha llevado a perfeccionar drogas sin las cuales estas personas continuarían
en un camino descendente, siendo entonces perentorio su utilización.
Sin embargo, en muchas personas a quienes actualmente se les receta casi como
regla algún medicamento, la frustración no llega a estos extremos
y si podría promover cambios, pero este camino puede ser cercenado por
una indicación medicamentosa intempestiva, rutinaria y prematura.
En este sentido, Pomerantz
(15) recoge una observación la cual se viene haciendo en relación
con un efecto secundario que aún se desconoce cuán frecuente pueda
ser, observado en algunos de quienes reciben SSRIs y que han llamado "la
actitud del ¿qué importa? o ¿cuál es el gran problema?",
la cual consiste en una inhibición de la ansiedad apropiada. En algunos
casos se ha detectado una tendencia inadecuada a restar importancia a problemas
laborales, familiares e incluso a manejar vehículos de manera imprudente.
Este efecto puede invalidar la idea de que muchos de los que reciben estos antidepresivos
parecen no necesitar psicoterapia. Más bien puede estar sucediendo que
les estén quitando la capacidad de contactar con las emociones las cuales
los alertan de que algo malo les está sucediendo, lo cual sería
el equivalente de quitarles la percepción del dolor.
Así mismo, Rosenbaum (16) y Hoehn-Saric et al (17) reportan que los antidepresivos de generaciones anteriores y los SSRIs pueden inducir astenia al reducir la actividad de la norepinefrina y la dopamina en el lóbulo frontal y en el tallo, produciendo un síndrome del lóbulo frontal que se manifiesta como estados de apatía, indiferencia, falta de motivación, fatiga intermitente y torpeza mental.

Es de hacer notar que efectos
como éstos pueden estar pasando inadvertidos porque, cada vez más,
las consultas son más cortas y dirigidas al alivio sintomático.
Al respecto, Way et al (18) estudiando a 23.900 pacientes, que recibieron antidepresivos
y ansiolíticos o hipnóticos, encontraron que aquellos en quienes
estos últimos se usaron de manera prolongada, también eran los
que necesitaron antidepresivos por más tiempo. Por tanto, consideran
que esto demuestra la focalización de los terapeutas en la resolución
de los síntomas, y no en una comprensión holística de todo
el cuadro clínico.
He notado, así como
otros psiquiatras con quien lo he comentado, que hay un grupo de personas las
cuales usan medicamentos, en especial ansiolíticos y SSRIs por extensos
períodos de tiempo y se resisten a dejarlos o regresan a ellos en cuanto
aparece la más mínima señal de ansiedad o tristeza, pensando
que tienen una recaída en la enfermedad aunque sean emociones apropiadas
a ciertas situaciones del vivir. Estas personas parecen haberse acostumbrado
al camino corto del alivio sintomático y se resisten a sobrellevar o
superar sus angustias existenciales.
En el programa de televisión
de la ABC News: 2020 (19), Rebecca Raphael entrevistó a varios especialistas
en relación a los síntomas de abstinencia producidos al retirar
los antidepresivos inhibidores de recaptación de serotonina (SSRIs).
Las compañías fabricantes han llamado a este fenómeno el
"síndrome de suspensión de antidepresivos" para evitar
las connotaciones negativas de la palabra abstinencia. Los síntomas de
suspensión reportados son: síntomas de tipo gripal, sedación,
letargia o apatía, trastornos del equilibrio, parestesias y sensaciones
de corrientazos, nauseas o vómitos, insomnio, pesadillas vívidas,
ansiedad y depresión.
El Dr. Thomas Moore, un
analista de políticas de salud de la Universidad George Washinton considera
que hay pacientes quienes experimentan más síntomas de abstinencia
en comparación a otros y que para algunos puede ser un proceso muy difícil,
que les puede tomar meses, mientras tanto el psicofarmacólogo Robert
Hedaya señaló la prescencia de síntomas de abstinencia
en cuatro a cinco semanas después de suspender estos fármacos.
Por su parte, el Dr. David Wheadon, vicepresidente de asuntos regulatorios de SmithKline Beecham, fabricante de Paroxetina, dice que éstos se presentan sólo en dos casos por mil, si la medicación es retirada de la manera apropiada, y que los síntomas son leves y de corta duración.
El Dr. Joseph Glenmullen
(20), instructor de psiquiatría en la escuela de medicina de Harvard,
ha escrito un polémico libro llamado "Prozac Backlash" en razón
de las reacciones compensatorias del cerebro a las drogas serotoninérgicas.
Plantea que apenas comenzamos a ver problemas con estas drogas, como ha sucedido
otras veces con otros fármacos llamados milagrosos, por ejemplo, con
el diazepam, las anfetaminas o los elixires de cocaína, ya que toma tiempo
ver los efectos secundarios a largo plazo. Recordemos que el propio Freud fue
uno de quienes sufrió este percance. Señala que, en general, históricamente
tomó entre 10 y 30 años desde que estas sustancias fueron introducidas
al mercado, hasta que la comunidad científica y las agencias regulatorias
se dieron cuenta de sus inconvenientes. Por tanto, considera que deben ser reservadas
para personas verdaderamente enfermas y no usarse, como está sucediendo,
con condiciones cada vez más moderadas, las cuales en su experiencia
pueden llegar a corresponder al 75% de los usuarios.
Este libro ha causado una
gran polémica y una réplica por parte de expertos. Ha sido acusado
de basarse en casos aislados y de asustar innecesariamente a los pacientes que
toman estas medicaciones. Sin embargo, a mi modo de ver destacan hechos que,
aunque aún no están suficientemente documentados e investigados,
concuerdan con la experiencia empírica de muchos de nosotros, y es una
llamada de atención digna de tomarse en cuenta, no para no recetarlos,
sino para ser más cautelosos en qué casos, a qué dosis
y por cuánto tiempo se justifican. Al fin y al cabo, si estos fármacos
actúan directa o indirectamente sobre los mismos sistemas neurotransmisores
que la cocaina, el extasis, las anfetaminas o las pildoras para adelgazar, por
qué no podrían llegar a causar complicaciones similares.
Las razones antes expuestas
no son las únicas que deben hacernos reflexionar del riesgo de abuso
en la indicación de medicamentos. Por ejemplo, otro efecto cada vez más
documentado son los trastornos en el área de la sexualidad. También
en este punto las cifras de efectos secundarios eran, hasta hace poco, mínimas
y a varios de nosotros nos llamaba la atención que nuestra casuística
personal era muy superior a la reportada por la literatura. Sin embargo, recientemente
las cifras de este efecto secundario han aumentado, e investigadores como Rothschid
(21) y Kennedy et al (22) reportan disfunciones sexuales entre un 30 a un 70%
de los pacientes que reciben SSRIs, cifras que disminuyen con los IMAO (IRMA)
y con los inhibidores mixtos de recaptura de serotonina y norepinefrina.
Así mismo, se están
describiendo efectos secundarios a nivel motor; por ejemplo, tics, akatisia,
distonía o espasmos musculares, agitación y parkinsonismo, los
cuales al parecer están relacionados con la estrecha relación
existente entre el sistema serotoninérgico y el dopaminérgico,
por la cual, al aumentar sostenidamente la serotonina, compensatoriamente caen
los niveles de dopamina. De modo que la selectividad de estos fármacos
por el sistema serotoninérgico sería relativa, pues indirectamente
inciden en otros.
Aún más preocupante
es una sugerencia hecha por Fava et al (23) de la Universidad de Bologna en
relación a pacientes que toman los SSRIs por tiempo prolongado, en quienes
considera, se produce una "supersensibilización" (supersensitivity
o sensitization) de los sistemas serotoninérgicos que conducen a una
dificultad para dejar el tratamiento y una mayor vulnerabilidad a las recurrencias
depresivas, lo cual explicaría la alta tasa de recaídas y recurrencias
en pacientes tratados por depresión.
Glenmullen (24) señala
algo con lo que estoy plenamente de acuerdo, y es que cualquier paciente, lo
suficientemente enfermo como para necesitar uno de estos fármacos, debería
recibir psicoterapia para superar sus conflictos y no depender de las drogas
de modo indefinido.
Este
último punto es básico en lo que intento mostrar. Al fin y al
cabo cualquier medicamento tiene sus riesgos y efectos secundarios, pero debemos
poner en una balanza los riesgos y los beneficios. Pero éste es el punto,
porque fármacos como los SSRIs tienen sus indicaciones precisas hasta
tanto se demuestre lo contrario o sean superados. Más, hoy día,
hay un furor en recetarlos para cosas que no está claro que ameriten
el riesgo, sobre todo cuando existen opciones menos riesgosas y más apropiadas
para desarrollar fortaleza yoica la cual, a su vez, sería preventiva
ante las futuras dificultades que nunca faltan en toda vida y éste es
el lugar donde la psicoterapia se hace imprescindible.
El vivir, crecer, madurar y fortalecerse no pueden ser sustituidos por una pastilla, por milagrosa que esta parezca.