El primer presidente civil

Si bien parecía natural en José María Vargas su inclinación y dedicación a las actividades médicas, científicas y docentes, su actividad como figura política da la impresión de haber sido el resultado de una serie de circunstancias que "lo obligaron" a hacerlo partícipe de una causa en la cual, posiblemente no demostró el "gran interés" que algunos de sus biógrafos intentan resaltar.

De hecho, la participación de este guaireño en los movimientos desarrollados a raíz de la declaración de independencia realizada el 19 de abril de 1810 en Caracas, es uno de los puntos más polémicos de su vida, pues está rodeado de hechos tanto verídicos como imaginarios.

Entre ellos, cabe destacar dos que se han mantenido a lo largo de los años, siendo desmentidos por el historiador Angel Grisanti, con pruebas documentales. El primero, está relacionado con el supuesto papel protagónico jugado por el sabio en la organización de la Junta Patriótica constituida en Cumaná días después del movimiento mencionad anteriormente. Luego de revisar las actas correspondientes a las reuniones practicadas por dicha organización, el autor señala que Vargas no aparece en ninguna de ellas como miembro.

En cambio, los planteamientos de Grisanti permiten afirmar que los primeros pasos del médico en la arena política fueron dados en 1811 y no en 1810 como otros investigadores han señalado, pues su nombre sale a relucir en los documentos que constan el surgimiento de la Junta Provincial, la cual representaría a la ciudad de Cumaná ( Edo Sucre, Venezuela) una vez instalado el Supremo Poder Legislativo en Caracas.

Otro de los "mitos" creados alrededor de esta figura está relacionado con la supuesta traducción del Contrato Social ( obra escrita por el filósofo francés Juan Jacobo Roseeau) hecha por José María Vargas a escondidas, mientras permanecía en dicha ciudad, para luego comentarlo con jóvenes venezolanos que se iniciaban en la causa patriótica. Mas, según lo expuesto por Grisanti en su obra Vargas Íntimo, dicho libro ya se encontraba en circulación dos años antes de la llegada del científico a aquella parte de Venezuela. Por otro lado, el francés junto con el inglés eran idiomas ya manejados por parte de su población; de esta manera, dicha tarea atribuida al sabio no parecía ser muy necesaria.

Y aunque no desmiente la realización de la traducción de esta obra, Grisanti se inclina más a pensar que la misma fue llevada a cabo cuando el joven Vargas estaba recién graduado de Bachiller en Filosofía, por ende, cuando aún se encontraba en Caracas.

Iguales dudas suscitan las dos prisiones sufridas, según otros historiadores como Augusto Márquez, por este ilustre personaje en 1812, en Cumaná, y en 1813 en la Guaira. El recelo se presenta principalmente hacia la primera, pues para aquel año el joven científico ya no se encontraba en la primera ciudad, sino en la segunda.

De todas maneras, el único encarcelamiento del cual puede tenerse cierta seguridad, de acuerdo con la investigación realizada por Grisanti, es el experimentado por Vargas en el año 13.

Independientemente de los puntos "oscuros", los cuales matizan los comienzos de este venezolano en el área política, puede afirmarse que su participación en este terreno, como tal, se inició una vez culminado su rectorado en la Universidad de Caracas (1829) cuando en 1830 asistió como representante de dicha ciudad- entre otros nombramientos y designaciones adquiridas -, al Congreso Constituyente organizado ese mismo año por el sector venezolano que deseaba separarse de la Gran Colombia. En dicha reunión, destacó por ser uno de los pocos diputados que se opusieron a la tendencia separatista.

Más tarde, en el Congreso celebrado en la ciudad de Valencia ( Edo Carabobo, Venezuela), una vez lograda la separación, también salvaría su voto con respecto a las medidas dictadas en contra de Simón Bolívar.

El prestigio adquirido por José María Vargas a lo largo de su trayectoria como profesor y rector de la Universidad, como médico y como científico, sumadas a las muestras de honradez y rectitud demostradas en sus primeras acciones políticas, lo hicieron merecedor del interés y aprecio de varias personalidades influyentes en el país, entre ellos, José Antonio Páez, caudillo venezolano que liderizó el proceso separatista anteriormente referido. En virtud de esto, su nombre comenzó a figurar como posible candidato para las elecciones presidenciales del año 1834, cuando el período gubernamental de Páez llegaba a su fin.

Finalmente, en febrero de 1835, fue designado como Jefe de Estado, siendo así el primer presidente civil que tendría Venezuela desde el momento en el cual se inició su lucha independentista. Este triunfo generó un gran descontento en los candidatos militares que habían sido desplazados del poder. Por este motivo, a los pocos meses de haber asumido la Presidencia, Vargas es hecho prisionero en su propia casa, debido a un movimiento organizado por este sector, conocido como Revolución de las Reformas.

Aun cuando el objetivo de este alzamiento era lograr la renuncia del sabio para restituir el predominio de los caudillos descontentos, éste se rehusó a hacerlo, alegando que dicho acto sólo lo llevaría a cabo en presencia del Congreso que lo había elegido como máxima autoridad. Ante su renuencia a abandonar su cargo, termina siendo deportado a la isla de Saint Thomas en la cual estuvo exiliado hasta que José Antonio Paéz logró restituir el orden, organizando otro movimiento armado. Gracias a esta acción fue posible el retorno del científico al país. Mas en marzo de 1836 renuncia a la Primera magistratura de manera irrevocable.

Y es que de alguna u otra manera, José María Vargas siempre buscó la forma de rechazar cualquier tipo de responsabilidad política. En este sentido, Angel Grisanti destaca que, hasta el día mismo de su elección como Jefe de Estado, procuró por todos los medios retirar su candidatura, pero las virtudes personales demostradas por él, durante su trayectoria profesional, lo hacían aparecer ante los ojos de muchos como un elemento necesario para una nación, la cual apenas se estrenaba en la vida republicana.

Como ejemplo de este poco interés experimentado por el guaireño hacia los asuntos gubernamentales, valdría la pena citar el siguiente fragmento escrito por él en una carta enviada a Páez, en respuesta a una solicitud hecha por este caudillo en 1929, para ser Prefecto del Departamento de Caracas:

Nada entiendo, Excmo. Señor, de administración de rentas ni de gobierno; ignoro ( lo digo con vergüenza, pero con sinceridad) hasta las atribuciones de un Prefecto(...) Además, es un principio social que por honroso que sea el puesto a que se nos eleve, si falta un mérito adecuado para llenarlo, sólo sirve para hacer resaltar nuestra incapacidad y colmarnos de oprobio o por lo menos de ridículo (...) Identificado con estos sentimientos suplico humildemente a V.E. me permita no aceptarlo, y no dude por esto, que en mi capacidad profesional y como ciudadano particular estoy enteramente sometido a las órdenes de V. E. (17 )

Después de haber desertado de la Presidencia, este científico retomó su trabajo, dando clases, escribiendo libros, trabajos e informes, ejerciendo el cargo de director en la Dirección General de Instrucción Pública y continuando con sus labores médicas y científicas. Sólo en dos oportunidades estableció de nuevo vínculos con la política. Primero, en el año 1839 al ser elegido Senador de la Provincia de Caracas y luego en 1847, cuando formó parte del Consejo de Gobierno. En 1842 también fue miembro de la comisión que presidió los actos de traslado de los restos del Libertador Simón Bolívar desde Santa Marta ( Colombia ) hasta Caracas. En 1853, viajó a Nueva York víctima de una enfermedad, muriendo en dicha ciudad el 13 de julio de ese mismo año.

La vida de José María Vargas, podría definirse como polifacética, pues sus cualidades de alguna u otra manera fueron siempre puestas al servicio de su país natal, en aquellas áreas donde él se consideró de mayor utilidad. Con una vocación inquebrantable hacia el saber y hacia el estudio, en su persona convivieron el médico dispuesto a asumir la magnitud de su profesión en momentos de gran dificultad para Venezuela; el científico capaz de encontrar en la naturaleza y en el cuerpo humano una fuente inagotable de conocimiento; el docente preocupado por darle a la universidad su verdadero papel y el político con conciencia suficiente para aceptar el reto de gobernar una República bajo la convicción de que el mundo no es de los valientes, sino del hombre justo y honrado.