Orden de Silencio
Cromotip Caracas,
1970
La
apertura del círculo
- "Un día le dio por
escribir, pues su generosa soledad lo reducía. Había
que romper el falso equilibrio, tomar impulso para cortar
cabo con sus galaxias e irrumpir en el vértigo que ahora
ofrece.
- Que le dio por caer, no hay
duda. La decisión anduvo, y se convirtió en lector de
sus propias transparencias. De allí al salto en el
vacío, un paso, el callejón sin salida: el encuentro
con el otro lector ¡tamaña
falta!
- Ahora no se busca él, así,
sencillamente, en vuelo de reposo. Lo
buscan a él a través de sus versos, mediadores entre la
intimidad y la revelación. No será sólo él quien, a
partir de este libro, perseguirá las frutas agridulces.
Avidez hay, por más subterráneas que ellas -las
agridulces- sean. ¡Valor!, si cae ante el juicio
coherente y el oficio de postura precisa. ( Ya se armó
de coraje cuando aceptó la misma expiación poética de
no ser testigo absoluto de
Si mismo).
- Orden
de Silencio,
- espacios de silencio o
lugares de tentación y desprendimientos, donde voy,
lector inadvertido, de la mirada cándida a la rebelión
culpable, de la modesta inocencia a las inventivas
delictuosas.
- Necesito noches claras,
arriba, y vastedades, aquí, para mirar esos espacios y
distinguir su voz franca, la vieja melodía que, por
demás, él lleva consigo, aunque también la escuche
afuera.
- Orden
de Silencio,
- espacios de silencio o
lugares de transparencias. Espacios abiertos, por pura
extensión de luz, al caminante sin prisa y el ojo que
desde adentro mira. (La claridad se ofrece en una suerte
de diálogo). A través de ellos volvemos a los rumoreos
de la duermevela, asistimos a las centelleantes revueltas
de un sueño ajeno. Los silencios se desparraman en
susurros. La meditación no se resigna a la palabra,
persiste en su temblor, como quien camina a libre
voluntad -difícil tarea-.
- Así, Federico Moleiro ha
roto el falso equilibrio y se ha lanzado a navegar, a la
mirada expuesto. Sin embargo, ahora mismo, lo veo muerto,
de risa y de miedo, solitario, frente a la
negra pizarra, en la humilde tarea de restar
galaxias".
Edmundo
Array
-
- Monte Avila Editores / Los
Espacios Cálidos Caracas, 1975
"Federico
Moleiro ha dicho en una oportunidad lo siguiente acerca de su
ejercicio creador: Me he
acarcado a mi tiempo con ánimo de confrontación y resolución.
No me importa que caiga, que no llegue a una realización plena.
Algunos de mis poemas andan tras la angustia de bordear apenas el
existir. Este libro no fue escrito con un
sentido específico de conjunto, como una estructura prefijada,
obedece sin embargo a una experiencia interior muy seria y
coherente, a un esfuerzo del ser que se indaga, en medio de
atisbos, asombros y hallazgos sin despojarse nunca de la
lucidez(...)"
Tres veces el
mismo espejo
Universidad Central de Venezuela,
Dirección de Cultura, Caracas 1978
"Aunque a
Federico Moleiro Camero, nacido en familia de artistas, la
Poesía le venía en la sangre, es
lo cierto que se ha hecho el poeta cabal por el propio desvelado
esfuerzo, por el oficio practicado siempre junto al otro suyo de
médico, por cierto del corazón...
(...) Del poeta, cuyo
nuevo libro hoy presentamos, ha dicho Fernando Paz Castillo: Es
moderno, muy moderno entre los jóvenes. Y entre los poetas, ya
maduros en años, una vez nueva, pero plena de tradición".
- Monte Avila Editores / Los
Espacios Cálidos Caracas, 1983
- "Federico Moleiro
propone indagaciones poéticas que pautan a la reflexión
sobre el pasado, el recuerdo, las figuras familiares. Y
todo ello en un lenguaje superfluo. A pesar de la
juventud de este autor entre los de una nueva generación
poética venezolana, su búsqueda poética merece ser
reconocida y acompañada por una lectura atenta. Y, sobre
todo, exige ser confrontada con los demás textos
presentes en el país, los cuales forman el panorama
intrincado de las voces poéticas más significativas de
este momento."
- Monte Avila Editores / Los
Espacios Cálidos Caracas, 1990
- "Por la gravitación de
la memoria como fundamento de su
quehacer poético, y sobretodo por la indagación de
paisajes y figuras familiares, sombras perdurables de la
casa nunca borrada de los ojos, Federico Moleiro Camero
puede emparentarse con aquellos a quienes Jorge Tellier
llamó una vez poetas láricos, o
sea poetas de los lares, los
custodios de una memoria en la que reconocemos cierta
imagen colectiva: 'Los difuntos me pertenecían /
dejaron / sola / la casa. / En el rincón
y su lámpara
/ y en el fondo del vaso quedaron
/inútiles / sus silencios'. Ese rasgo, ya insinuado
en sus cinco libros anteriores, se acentúa y precisa en
Final de Fiesta, el libro inédito que cierra esta
antología de toda su obra(...)"