Cuatro personalidades narcisísticas encuentran autor

La graciosa ópera de Donizetti "L'elisir d'amore" (El elixir de amor), presenta cuatro personajes con modalidades diversas de narcisismo. Sucintamente, Nemorino, joven labriego y simplón, está enamorado de Adina, la joven culta, leída y dueña de una finca del lugar. Su amor está plagado de súplicas, pues Adina continuamente lo rechaza a la vez que, de una manera u otra, lo mantiene cercano. Para Nemorino, Adina es un dechado de perfección. Ni siquiera puede pensar en otra mujer. Todo lo que ella hace está impregnado de maravillas. En términos analíticos, Adina representa externamente el objeto perfecto o narcisista. Ante esta cualidad del objeto, las representaciones de self están empobrecidas: Nemorino no se siente capaz de conquistarla, percibe que algo le falta. Sabe que sus continuas súplicas sólo empeorarán las cosas, pero no puede evitarlas. Adina por otra parte se siente bella, satisfecha de sí. Su narcisismo está más ubicado en las representaciones de self-como-objeto. Nemorino es en parte para ella, el espejo que su narcisismo requiere para mantener insumos contínuos, o eco, de su sensación deseada de perfección. Cuanto más suplicante Nemorino, más internamente satisfecha Adina.

 


La primera Cavatina de Nemorino plantea ya su problema. Al ver a Adina leer la historia de Tristán e Isolda, canta para sí mismo 1:

Nemorino...

Quanto è bella, quanto è cara!
Più la vedo e più mi piace,
Ma in quel cor non son capace
Lieve affeto ad inspirar.
Essa legge, studia, impara,
Non vi ha cosa ad essa ignota;
Io son sempre un idiota,
Io non so che sospirar...

¡Cuánto es bella, cuán querida!
Más la veo y más me gusta,
Pero en su corazón no soy capaz
De inspirar ni un leve afecto.
Ella lee, estudia, aprende,
No hay cosa que le sea ignota
Yo soy siempre un idiota,
Yo sólo sé suspirar...

Es clara la admiración de Nemorino con la figura de Adina. Ella es toda perfección. La fantasía narcisística de perfección está ubicada en el objeto (bella, intelectualmente admirable, nada le es desconocido). La representación de self de Nemorino está desprovista de perfecciones y por ello se percibe deplorable y empobrecido (es un idiota que solo suspira).

Por su parte Adina acepta las proyecciones narcisísticas de perfección de Nemorino. Ella se percibe grandiosa, endiosada, merecedora de todos los afectos, incapaz de dar importancia afectiva a los otros, en especial a ese tontuelo enamorado de Nemorino. Con supuesta paciencia se permite aconsejar a Nemorino, siempre desde el papel de la que posee el saber y la razón:

Adina...

Per guarir di tal pazzia,
Ch’e pazzia l’amor constante,
Dei seguir l’usanza mia,
Ogni di cambiar d’amante.
Come un chiodo scaccia chiodo,
Cosi amor discaccia amor.
In tal guisa io me la godo,
In tal guisa ho sciolto il cor
.

Para curar de tal locura
Que es locura el amor constante
Debes seguir la usanza mía:
Cada día cambiar de amante
Como un clavo saca a otro clavo
Un amor saca a otro amor
De esa forma yo me divierto
Y así queda libre mi corazón.

El desdén narcisístico de Adina engrana así con el narcisismo suplicante de Nemorino. Ella acepta ser maravillosa, perfecta, un modelo. El la asume como la perfección objetal, desearía tenerla y ser amado por ella, para poder aspirar a la perfección; despreciado, confirma sus representaciones de self y se percibe como un idiota despreciable.

Dos personajes foráneos logran cambiar el equilibrio complementario de los narcisismos de Nemorino y Adina. Al pueblo llega un regimiento cuyo joven sargento, Belcore, no tarda ni un minuto en aproximarse a Adina y plantearle que, cual París, él da una ofrenda a la más bella, pero que es lógico que a cambio, en su caso (más que en el de París), él recibirá el amor inmediato, de Adina...! Esta es su presentación:

Belcore...

Come Paride vezzoso
Porse il pomo a la più bella,
Mia diletta villanella,
Io ti porgo questi fior.
Ma di lui più glorioso,
Più di lui felice io sono,
Poichè in premio del mio dono,
Ne riporto il tuo belcor.

Como el bello París,
Presento la manzana a la más bella,
Mi querida chica de la villa,
Te entrego estas flores.
Pero con mayor gloria que él,
Con mayor felicidad,
Porque en premio a mi ofrenda
Recibo tu bello corazón.

Al instante y sin mediar casi otras palabras, Belcore pide a Adina que fije la fecha de la boda cuanto antes. A pesar del estupor de todos ante la desfachatez, Belcore ni corto ni perezoso explica que cuenta de seguro con el amor de Adina, que ello no es cosa sorprendente, pues es galante y sargento... y por lo tanto (además) no hay bella que resista a la vista de (su) cimiero... (y al final) cederá a Marte el dios guerrero (por supuesto él mismo) la madre de Amor (de Cupido). Con esta explicación, insiste en pedir a Adina que le diga el día en el cual se casará con él... Adina, por un lado percibe como todos la desfachatez de Belcore, pero en otro nivel se reconforta narcisamente con la oferta, y mucho, mucho más se gratifica al observar la desesperación de Nemorino. Es esta gratificación la que la impele a aceptar casarse con Belcore a los pocos minutos de conocerlo. Belcore tiene una gran confianza (narcisista) en sí mismo. La perfección para él está ubicada en objetos grandiosos (Marte dios de la guerra, atributos ensalzados y magnificados como ser galante o sargento, objetos como su sombrero (cimiero) de soldado, etc.). En parte estos objetos y atributos maravillosos son ubicados en el self-como-objeto y en el self-como-lugar. Con ellos, no siente límites en sus pretensiones.

El otro personaje es un simpático "dottor" embaucador y pillo, Dulcamara. Recorre los pueblos vendiendo un menjurge, su específico, dotado de cuantas cualidades se pueda imaginar. Entra al pueblo en su carroza y no tarda en proclamar:

Dulcamara...

Udite, udite, o rustici;
Attenti, non fiatate.
Io gia suppongo e immagino
Che al par di me sappiate
Ch’io sono quel gran medico,
Dottore enciclopedico,
Chiamato Dulcamara,
La cui virtù preclara,
E i portenti infiniti
Son noti all’universo
e... e... e in altre siti.

Escuchen, escuchen oh rústicos;
Atentos, ni respiren.
Yo ya supongo e imagino
Que tan bien como yo ya saben,
Que soy el gran médico,
Doctor enciclopédico,
Llamado Dulcamara,
Con la virtud preclara
Y portento infinito,
Conocido en el universo
Y... y... y en otros sitios.

Como puede entenderse, el narcisismo de Dulcamara es enorme. Pero se sabe un impostor, es el perfecto engañador. Los otros son tontos rústicos, nada para él. Les podría vender lo que él quisiera. Su perfección está centrada así en el self-como-agente.

En la trama, Nemorino había escuchado de Adina la historia de Tristán e Isolda, y como éste, despreciado por ella, lograba finalmente su amor al hacerla beber un filtro amoroso. Ante su desesperación por la inminente boda de Adina y Belcore, aprovecha la llegada de Dulcamara. Le pide que le venda la bebida amorosa de Isolda. Dulcamara no sabe de qué se trata, pero rápidamente capta una nueva oportunidad y vende a Nemorino el famoso elixir, asegurándole que sólo él lo destila, lo vende en toda Europa, etc. y que se lo dá como un favor por una módica suma (todo el dinero que tenía Nemorino) con la petición de que mantenga silencio pues la autoridad no está muy al favor de que se venda un producto tan delicado. El elixir en cuestión no es sino una botella de vino de burdeos, pero para Nemorino tiene un sentido mágico inmediato. Es el objeto que le faltaba. Con él, bebido y dentro de él, Nemorino se percibirá omnipotente, capaz y grandioso. Simbólicamente, el beber, es el mecanismo oral de introyección o internalización. Nuevamente para Nemorino, el objeto maravilloso, perfecto y mágico, está afuera pero con la cierta posibilidad de introyectarlo y hacerlo suyo. Bebido y anidado el objeto grandioso dentro del self-como-lugar y en extensión identificatoria en el self-como-agente, Nemorino mostrará ahora ante Adina una confianza poco usual. Está convencido que de acuerdo a las indicaciones de Dulcamara, necesitará sólo un día para que la bella quede prendada de él (el tiempo calculado por el dottor para escapar del pueblo). La actitud casi desdeñosa de Nemorino, ya nada suplicante, intriga a Adina, hace intentos vanos por re-ubicar a Nemorino en el equilibro de antaño mediante el desprecio e indicaciones desde su acostumbrada posición de superior, pero no ve reaparecer los conocidos suspiros de su enamorado (el vino... también aliado del narcisismo de Nemorino juega bien su rol).

Una noticia de último momento obliga a Belcore a partir con su regimiento el mismo día. Adina se vé amenazada de quedar sin el último recurso para mantener suplicante a Nemorino. En su desesperación, opta por casarse ese mismo día. Nemorino desfayece de nuevo. Su perfección interna es por los momentos una promesa a futuro y la inminente boda le lleva a reactivar sus pobres representaciones de self, a pesar del vino. Implora que por favor esperen al día siguiente...De nuevo el equilibrio anterior queda restablecido. La única solución para Nemorino es...¡más elixir! Pero, ¿y el dinero...? Dulcamara, muy profesionalmente le plantea que puede esperar corto tiempo, pero que sin dinero no hay esperanza. Nemorino opta por alistarse en el ejército de Belcore, mercenario, con una paga inmediata. Belcore lo acepta pensando que así se libraría de su rival: pronto lo enviaría lejos y al combate.

Con la nueva dosis de elixir, Nemorino aumenta su borrachera y sus fantasías esperanzadoras.

Al mismo tiempo, en secreto, las chicas del pueblo han conocido de la muerte del tío rico de Nemorino y de la herencia jugosa que le ha dejado. Interesadas, todas (excepto Adina) rodean al joven y lo halagan. Nemorino está más convencido ahora de su poder. El mismo Dulcamara, al verlos, llega a dudar si realmente es un impostor o si ha descubierto la poción más maravillosa que podía imaginar. Adina empieza a sufrir del desdén de Nemorino y de celos: otras tienen lo que en el fondo ella ahora desea; le hacen a ella lo que acostumbra a hacer al otro. Por momentos flaquea, pero logra enterarse por Dulcamara del convenio del joven con Belcore, la compra del elixir, etc. Con su dinero, puede liberar a Nemorino de su compromiso militar. Dulcamara entiende el curioso amor de Adina y su necesidad de que Nemorino la ame... Así, Dulcamara le ofrece elixir!. Adina sin embargo, tiene también aspectos narcisistas relativamente sanos, sabe en el fondo que el elixir está en su cara, sus ojos y su mirada... así se lo hace saber a Dulcamara, y con muestra de humildad, alejada de la rabia y heridas narcisistas, ofrece su amor a Nemorino y rompe el compromiso con Belcore. Este último, pronto cura, pues al fin y al cabo las mujeres sobran para alguien como él. Dulcamara...ah!, Dulcamara ahora ofrece un elixir que no sólo da amor, sino riquezas rápidas a quien lo beba...

1 La columna de la derecha es una traducción libre del texto original del libreto