

La Micología en
America Latina

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- El inicio de la historia de
amor entre América Latina y los hongos se remonta a la
época prehispánica, sobre todo en Mesoamérica. Los
pocos archivos sobrevivientes de la destrucción, los
códices escritos con posterioridad a tales
acontecimientos y los hermosos grabados allí incluidos
dan fe del uso de los hongos (teonanácatl, en
idioma nauhatl) en la vida diaria y en ceremonias
rituales de los habitantes originales de nuestro
continente.
- Los hongos como parte de una
disciplina científica, la micología, sólo se comienzan
a estudiar formalmente en América Latina hacia fines del
siglo XIX. Dos ramas principales ocupan entonces la
atención de los investigadores: la taxonomía y
sistemática de estas especies y la fitopatología,
estudiadas entonces por botánicos; y los hongos
patógenos para humanos, cuyo estudio en esos períodos
iniciales y hasta mediados de este siglo, fue copado casi
exclusivamente por médicos.
Así, en 1891 Alejandro Posadas reportó al
Coccidioides immitis , que originalmente fue confundido
con un protozoario. También en Argentina en 1896, Guillermo
Seeber estudió un granuloma producido por un hongo más adelante
bautizado con el nombre de Rhinosporidium seeberi. Ambos
investigadores eran para el momento de sus descubrimientos,
estudiantes en el laboratorio del destacado investigador
argentino Roberto Wernicke, cuya huella fue perpetuada en la
literatura médica micológica por el investigador brasileño
Parreiras Horta, quien en 1921 bautizó con el nombre de Cladosporium
wernicke al agente de la tinea nigra. En 1908, Adolpho Lutz
en São Paulo, reportó por primera vez un caso de
paracoccidioidomicosis, cuyo agente es hoy conocido como Paracoccidioides
brasiliensis, hongo exclusivo de esta región geográfica y
causante de la micosis sistémica más frecuente en las zonas
rurales de América Latina, razón por la que su estudio se ha
convertido en una de las piedras angulares de la investigación
micológica médica suramericana. En 1911 Alexandrino Pedroso en
Brasil observó el primer caso de cromoblastomicosis, producido
por el agente que hoy se conoce como Fonsecaae pedrosoi,
responsable por la mayor cantidad de casos de cromomicosis en el
mundo. El género Fonsecaae fue creado a posteriori por
Pablo Negroni, otro distinguido micólogo latinoamericano, de
procedencia argentina.
- En Venezuela, el primer caso
de eumicetoma fue descrito por R. Pino Pou en 1909,
aunque es sólo a partir de 1940 cuando se incia un
período más fructífero en la micología venezolana, al
crearse en ese año el primer laboratorio de Micología,
bajo la dirección del Dr. Pablo Guerra, en el Hospital
Vargas. A él siguieron investigadores como A. Angulo, D.
Borelli, H. Campins, I. Campos-Aasen, L. Montemayor, J.
A. ODaly y L. Pollak, entre otros, que tuvieron
participación en los primeros reportes de importantes
micosis sistémicas y sentaron las bases de una
sistematización de los estudios micológicos en el
país. Con ellos se desarrollaron otros laboratorios de
Micología en el Instituto de Medicina Tropical,
Instituto Nacional de Higiene, y cátedras de Micología
en Universidades nacionales.
A pesar
de toda esta actividad, siempre hubo un vacío de
información de la casuística micológica en los
organismos oficiales en razón de que estas enfermedades
no han sido de reporte obligatorio. Con el ánimo de
subsanar esta deficiencia, desde 1957 hasta 1970 existió
una Comisión Coordinadora del Estudio Nacional de las
Micosis, presidida por el Dr. José Ignacio Baldó.
Aunque el propósito de levantar encuestas
epidemiológicas no fue logrado, la Comisión cumplió
una función promotora y aglutinante de los esfuerzos de
los micólogos locales. En 1985 se fundaron los grupos de
trabajo para el estudio de las micosis, bajo el liderazgo
de la Dra. M. C. Albornoz, del Instituto de Biomedicina.
Periódicamente ellos publican el Boletín de las Micosis
en Venezuela, que mantiene informada a nuestra comunidad
sobre diversos aspectos de las micosis y sus agentes
causales.
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- Otra iniciativa que data de
1991 fue la apertura de un curso de Micología Médica
con duración de un año, para entrenar a la generación
de relevo. Mientras tanto, un enfoque en investigación
básica en micología médica está representado en
Venezuela fundamentalmente por el Laboratorio de
Micología del Instituto Venezolano de Investigaciones
Científicas (IVIC), actualmente bajo la dirección de la
Dra. Gioconda San-Blas. Este laboratorio fue creado en
1959 por el Dr. Luis M. Carbonell y allí se han
desarrollado investigaciones fundamentales para la
comprensión del fenómeno dimórfico de P.
brasiliensis y su relación con la virulencia.
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- Al igual que en el resto del
mundo, la micología latinoamericana siempre estuvo a la
zaga de otras disciplinas microbiológicas, como la
bacteriología o la virología. Razones para este rezago
podrían ser, entre otras: el largo período de
evolución de muchas micosis, la baja mortalidad, el
origen humilde de la mayoría de los pacientes, las
dificultades técnicas de cultivo de los hongos en
condiciones de laboratorio. Sin embargo, desde la década
de los 70 pudo notarse un mayor interés por el
estudio de los hongos patógenos. Por una parte, una
cohorte de jóvenes investigadores, provenientes de
áreas distintas a la médica tradicional (biólogos
moleculares, bioquímicos, etc.) ha incursionado en el
tema, aportando enfoques novedosos y refrescantes a una
disciplina que poco había cambiado en el medio siglo
anterior. Por otro lado, el uso de drogas
inmunosupresoras en pacientes transplantados, el implante
de catéteres, y la pandemia del SIDA han conducido a un
incremento notable en la frecuencia de infecciones
fúngicas, causadas no sólo por los agentes ya conocidos
sino por patógenos emergentes, hasta no hace mucho
considerados hongos oportunistas o no patógenos. Todo
esto ha contribuido a ubicar a las infecciones fúngicas
como serios problemas de salud pública a los que hay que
atender debidamente.
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- En los últimos treinta
años, una serie de hongos han sido descritos como
agentes de sindromes nuevos o raros. Por ejemplo, durante
los 60 y 70, las infecciones debidas a Aspergillus
fumigatus, A. flavus, and Rhizopus arrhizus se
hicieron más frecuentes como complicaciones terminales
de enfermedades varias. Pneumocystis carinii, Fusarium
spp., también se presentan cada vez más, éste
último como un patógeno capaz de causar infecciones
fatales en pacientes netropénicos. Y hongos
dematiáceos, responsables de infecciones sistémicas y
subcutáneas, también se han convertido en agentes de
sinusitis alérgicas. De tal forma que el abanico de
hongos potencialmente patógenos para humanos se ha
expandido a más de 270 especies en las últimas
décadas. Algunos datos extraídos de la literatura
científica reciente nos indican que Candida albicans
ha pasado de ser un comensal al sexto más común
patógeno nosocomial (7,2%), increméntandose
notablemente en unidades de cuidado intensivo (25% en
unidades quirúrgicas y en unidades de transplantes de
médula, 20% en salas de terapia intensiva y en
pabellones generales, 10% en unidades de oncología y
hematología, con gran incidencia en pacientes sometidos
a catéteres intravasculares o nutrición parenteral),
con una mortalidad que supera el 55% de los casos.
Comparando datos de 1980 y 1990, encontramos que las
infecciones del tracto urinario se han duplicado en este
lapso, triplicado en heridas quirúrgicas y quintuplicado
las fungemias. Además, la candidiasis orofaríngea es la
infección fúngica oportunista más recurrente en
individuos HIV+ y pacientes con SIDA, con el agravante de
que en estos pacientes, hay una mayor frecuencia de
aparición de cepas resistentes al tratamiento con drogas
antifúngicas, lo que complica aún más el manejo de
estos casos.

