Las
mariposas amarillas de La Pastora
Jacinto Convit García, hijo de Francisco Convit y Martí, inmigrante
catalán, y de Flora García Marrero, venezolana, nació
en Caracas el 11 de septiembre de 1913, y tiene cuatro hermanos: Miguel Ángel,
Reinaldo, René y Rafael.
Sus estudios de secundaria los realizó en el Liceo Andrés Bello,
donde tuvo el privilegio de recibir clases del escritor Rómulo Gallegos
y de Pedro Arnal. “Gallegos era excelente en matemáticas y filosofía.
Muy poca gente sabe esto. Me enseñó una cantidad de cosas y
salí bien en su materia. Saqué 20 puntos”, comenta Convit
con su hablar ronco y pausado.
De su infancia en la apacible parroquia de La Pastora, en Caracas, Venezuela, al cobijo del cerro El Ávila, atesora dos imágenes. La primera de ellas: la Tía Teté, Enriqueta Callejas, quien vivía con la familia, y que a decir de un Convit que se torna melancólico, “era un ser de esos que forma parte de la historia que pasó y no se volverá a repetir”.
La otra remite a la miles de mariposas que bajaban de la montaña e inundaban las calles con su aleteo amarillo, y con las que se entretenía, especialmente en las vacaciones escolares. “…¡Eso sí era una belleza. Era la vida y punto!. Nosotros las cazábamos con unas mallitas improvisadas. Con los años, leí a García Márquez, ‘Cien años de soledad’ estaba cogiendo fama. Cuando leí lo de las flores amarillas, dije: ¡Hum!, éste como que vivió en La Pastora!”, como señaló en una entrevista previa.2
Sus calificaciones, que le hicieron merecer menciones honoríficas en asignaturas como física y anatomía humana, anatomía descriptiva y topográfica, clínica médica y clínica quirúrgica entre otras, delatan su ahínco y dedicación como estudiante. “Estudiábamos mucho, con gran intensidad y había mucho que memorizar. Hubo una época en la que llegué a sentir una especie de cansancio. El número de horas que había que estudiar era grande, evoca.