Resumen

La infección por virus de a hepatitis C se transmite fundamentalmente por medio de la sangre de la persona infectada. La forma más eficiente es a través de transfusiones o mediante la exposición percutánea repetida.
El 80% de las personas que adquieren el virus C desarrollan una infección crónica.
En la mayoría de los sujetos la infección provoca un proceso necro-inflamatorio hepático persistente y progresivo.
La mayoría de las personas infectadas no desarrollan enfermedad hepática significativa. Solo alrededor del 20 % progresa hacia cirrosis en 20 años y de estos el 3 al 5 % por año desarrollan hepatocarcinoma.
Por lo general la hepatitis crónica C es asintomática y solo se hace clínicamente aparente cuando ya existe cirrosis o sus complicaciones.
El diagnóstico de infección se realiza mediante la detección de anticuerpos anti-VHC y se confirma al detectar el ARN del virus en el suero, siendo posible además determinar la carga viral y el genotipo.
La biopsia hepática permite diagnosticar hepatitis crónica por la presencia de infiltrado portal mononuclear, establecer la actividad por la magnitud de la necrosis de los hepatocitos y estadiar el proceso al evaluar la fibrosis y posible formación de nódulos.
El tratamiento que ha dado mejores resultados es la combinación de Interferón alfa más Ribavirina, sin embargo, solo un porcentaje de los pacientes responden.
La respuesta a este tratamiento es mejor cuando la infección es por genotipo diferente al 1 con cargas virales bajas.