Patogenia

Al igual que sucede con otros virus hepatotrópicos, el virus C no parece ser citopático lo que le permite convivir por períodos largos de tiempo en la célula huésped sin dañarla. Existen evidencias de que la lesión hepatocelular la provoca el propio sistema inmunológico, específicamente la rama celular, al destruir los hepatocitos infectados como única manera de erradicar al agente invasor apertrechado en su interior.

Existen diferencias notables en los mecanismos patogénicos involucrados en la hepatitis crónica provocada por el virus de la hepatitis B y del C. En ambos casos la lesión hepática no se debe a la sola presencia del virus, ya que los dos son capaces de replicarse en el hepatocito sin dañarlo. En los dos tipos de hepatitis la lesión del hígado es provocada por el sistema inmunológico al destruir los hepatocitos infectados. Los mecanismos difieren cuando se analiza la razón por la cual el sistema inmunológico no logra erradicar por completo la infección viral. En el caso del virus B la respuesta inmunológica es insuficiente, no tiene capacidad para erradicar por completo la infección. En el caso del virus C, la respuesta inmunológica es adecuada, pero el virus al mutar cambia su estructura antigénica y no es reconocido por el sistema inmunológico que tiene que desarrollar una nueva respuesta con los iguales resultados, perpetuándose la infección en este círculo vicioso.

Cuando un hepatocito es invadido por el virus, procesa las proteínas virales que se generan en su interior y las expone en la superficie celular para que sean identificadas por el sistema inmunológico. Para ello expresa en su membrana superficial moléculas del complejo mayor de histocompatibilidad que sirve como brazo de sostén a las proteínas virales. Estos antígenos virales son identificados por las células encargadas del reconocimiento inmunológico que transmiten la información al resto del sistema desencadenando una respuesta. Como respuesta de la rama humoral del sistema inmunológico se activan linfocitos B, los cuales, transformados en plasmocitos, generan anticuerpos específicos capaces de afectar a los virus circulantes impidiendo la infección de nuevos hepatocitos Como último eslabón de la cadena de la respuesta celular se generan linfocitos T CD8 efectores citotóxicos específicos programados para destruir los hepatocitos que expongan dichos antígenos. Los linfocitos efectores se adosan al hepatocito infectado y lo destruyen mediante acción directa por medio de moléculas que perforan la membrana celular (perforinas) creando poros por donde penetran proteasas que destruyen componentes intracelulares (granzimas). También el linfocito efector posee ligandos específicos (FasL) que se unen a receptores de membrana de apoptosis (Fas) lo cual provoca señales que desencadena el proceso de autodestrucción (apoptosis) de la célula invadida. Durante este proceso se generan numerosas moléculas mensajeras o citocinas secretadas también por linfocitos CD4, algunas de las cuales son capaces de lesionar las células hepáticas. Este proceso por tanto afecta no solo a las células infectadas sino también a células vecinas "inocentes" las cuales son lesionadas o destruidas. Se produce de esta manera un proceso caracterizado por inflamación y necrosis que en el contexto de una infección crónica va lesionando lenta pero progresivamente al tejido hepático estimulando a la vez la fibrogénesis.