De vuelta a la patria
He tenido la fortuna de trabajar durante casi 35 años haciendo investigación en el área de patología ultraestructural en nuestro país. Esta circunstancia me llevó a convivir con situaciones que me acercaron y se cruzaron con la vida de nuestro genial científico. Me tocó percibir muy de cerca sus esfuerzos para llevar adelante el sueño de regresar y hacer investigación y de formar gente joven en su patria y especialmente en la región occidental del país. Pudiera en este momento intentar un análisis sobre las incontables dificultades que surgieron para impedir que Fernández Morán, después de haber creado el Instituto Venezolano de Neurología e Investigaciones Cerebrales (IVNIC) y de su infortunado exilio político, pudiese volver para desarrollar sus proyectos en nuestro medio.
La
amnesia política, es y siempre ha sido, una característica relevante
del pueblo venezolano. No obstante, ella no se manifestó en el caso de
Fernández Morán y, ciertamente, esto no puede verse como un hecho
fortuito. Durante su triunfante y productivo exilio, pudiese haberse creado
una matriz de opinión favorable en Venezuela, debería haberse
dado esta situación en los años de la opulenta y petróleo-dependiente
Venezuela Saudita. Desgraciadamente, esto no ocurrió. En medio del vórtice
de aquellos años de consumismo desquiciante y falsos valores, le vimos
acercarse, buscar nexos, avanzar y retroceder, ir y volver para desencantado
intentar de nuevo otra aproximación en sus esfuerzos por regresar a la
patria y ser escuchado como científico por sus compatriotas. Innumerables
obstáculos, culpas por omisión y deleznables mezquindades, muchas
de ellas germinadas en la oscuridad y a sotto-voce desde el alma de muchos,
algunos quienes eran sus herederos directos, descendientes de su primer gran
proyecto científico, el Instituto Venezolano de Neurología e Investigaciones
Cerebrales (IVNIC).
El sabio generoso, quien le donara al IVIC y al país la patente para la comercialización mundial de su primer gran invento, el cuchillo de diamante, volvió reiteradamente para vivir la desesperanzadora angustia de las promesas fallidas, los proyectos que no cuajaban, los compromisos incumplidos. Así, sus sueños se fueron tornando en pesadilla y con un curso tórpido. El Ulises luchador parecía condenado a no poder llegar nunca a Itaca mientras su vida se le iba deshilachando, hilo a hilo hasta el final. Cualquiera que haya intentado en nuestro medio, dedicarse por entero a la investigación científica, seria y productiva, sabe que este, el de Humberto como el de Rafael Rangel, ha sido el fatal desideratum de los científicos soñadores en nuestro entrópico paraíso tropical.