El tiempo y sus variantes psíquicas

¿Quién podrá explicar con claridad y concisión lo que es el tiempo?
¿Quién podrá comprender en su
pensamiento para poder luego decir sobre él una
palabra? Y sin embargo, nada de nuestro lenguaje
nos es tan conocido y familiar como él: entendemos muy bien lo que
decimos o lo que nos dicen
hablando del tiempo.

San Agustín, Confesiones

El concepto del tiempo ha sido motivo de las grandes interrogantes del hombre, ya que al relacionarse con los temas de la inmortalidad, la muerte, la eternidad, la trascendencia, entre otros, ha estado presente en sus producciones intelectuales, ya sea desde el punto de vista literario, o el filosófico o psicológico. Borges, J.L. (1991) lo expresa como sigue: "el tiempo es un problema esencial. Quiero decir que no podemos prescindir del tiempo. Nuestra conciencia está continuamente pasando de un estado a otro y ése es el tiempo: la sucesión......Es el problema de lo fugitivo: el tiempo pasa".

En un interesante trabajo de Marie Bonaparte (1940), se describe cómo el niño pequeño no tiene la noción del tiempo que encontramos en los adultos; así, para aquellos, los días se suceden unos tras otros en un mundo desprovisto del problema del tiempo. Los días de la primera infancia parecen eternos, tanto para los adultos, cuando los recordamos, como para los niños, quienes podrían desplegar las actividades lúdicas indefinidamente. La hora de comer, de ir a la cama, es una imposición de los adultos y es vivida como la intrusión de un mundo extraño y hostil. En la medida en que el niño es capaz de percibir los objetos externos con mayor precisión, podrá ser capaz de situar los objetos en el tiempo. Para la autora hay un momento clave para la adquisición del concepto: el aprendizaje de la lectura del reloj. El niño comienza a descubrir que las horas de jugar y de ir a la cama están reguladas por ese implacable mecanismo. En la adolescencia se falla con frecuencia en la lucha contra el sentido adulto del tiempo. La idea de la muerte es tratada de una forma muy particular; le ocurre a los demás; no existe para ellos. Los adultos, salvo en determinadas condiciones, son capaces de observar el paso del tiempo. Los días, meses y años tienen límites claramente definidos. La vida transcurre en un período entre el nacimiento y la muerte. Pero se puede aceptar mejor la limitación impuesta por el pasado, mientras que la muerte resulta más intolerable. De allí, la frecuencia de la idea de sobrevivir, tanto en sueños como en fantasías.

Así como los niños pequeños no tienen el concepto del tiempo, en las personas mayores se da un hecho psicológico que refuerza la impresión de momentos vitales en los que no percibimos el paso del tiempo. Me refiero a cómo no somos capaces de vernos en el proceso de envejecimiento. No se sienten las canas, pensamos o nos imaginamos a nosotros mismos como si fuéramos jóvenes. Lo que nos hace reflexionar sobre la propia edad son las limitaciones físicas: no poder caminar tan ágilmente, estar cansados con más facilidad, a pesar de realizar menos tareas que antes, situación que se acentúa en el caso de presentar enfermedades orgánicas importantes. También en los sueños diurnos o nocturnos, encontramos esta percepción de un tiempo distinto, al igual que en situaciones patológicas como serían las intoxicaciones por drogas o las crisis psicóticas.

La visión del psicoanálisis, siguiendo los conceptos desarrollados por Freud, propone un tiempo del consciente-preconsciente y la atemporalidad del inconsciente. El tiempo, a nivel consciente, se limita a la percepción de un instante momentáneo y pasajero. Cuando utilizamos funciones del preconsciente como la memoria, las representaciones verbales y el pensamiento lógico, entonces podemos tomar conciencia del transcurrir del tiempo, del antes y el después, de la secuencia del pasado, presente y futuro como parcelas separadas. Es el tiempo de Cronos, con su reloj de arena; por tanto, mensurable, secuencial.

El presente se corresponde con la experiencia de la percepción, y, por tanto, es momentáneo; este presente, al hablar de él, ya es pasado; el pasado aparece con el fluir de la memoria, los recuerdos; el futuro es expresión de la expectativa, de la anticipación, del deseo, es el porvenir que aún no ha ocurrido. Cuando la expectativa viene teñida por la ilusión de la bondad, surge la esperanza; si prevalece el sentimiento de frustración aparece la expectativa ansiosa tan frecuente en las patologías psiquiátricas. En el artículo "Metapsicología de la esperanza", el Dr. Rafael López C., explica la esperanza en relación con "la capacidad de espera por lograr la satisfacción de un recuerdo". Implica "evocar la memoria" de la satisfacción inicial y trascenderla hacia el futuro como una esperanza de poder lograr aquella satisfacción.

San Agustín (354-430), en la obra antes mencionada, agrega: "...si nada pasara no habría tiempos pretéritos; y si nada pudiera suceder, no habría tiempos futuros."......"En cuanto al presente, si siempre lo fuera no se resbalaría hacia el pasado, y ya no sería tiempo, sino eternidad". Siguiendo al autor podríamos pensar que el tiempo mensurable del consciente-preconsciente es el que se desliza desde el presente hacia el pasado o hacia el futuro; pero, agregaría que, pasado y futuro se hacen presentes en la medida en que somos conscientes de sus contenidos y, por tanto, podemos apreciar que algo ya sucedió o está por ocurrir, a diferencia de lo que ocurre en el inconsciente. De esta manera, entiendo la tesis de la experiencia subjetiva del tiempo de este autor cuando expresa que es en "el alma mía, en donde mido los tiempos". Desde los sistemas consciente-preconsciente tenemos la noción de un presente, un pasado y un futuro; es decir, están presentes en mi conciencia contenidos de mi memoria, de mi percepción o de mis expectativas futuras. Siguiendo con San Agustín encontramos esta aseveración: "Y pienso que no se habla con propiedad cuando se dice que los tiempos son tres, pasado, presente y futuro. Más exacto me parece hablar de un presente de lo pretérito, un presente de lo presente y un presente de lo futuro; porque estas tres modalidades las encuentro en mi mente pero en otras partes no las veo. Lo que sé es que tengo una memoria presente de lo pasado, una percepción presente de lo actual y una expectación presente de lo venidero".

Más adelante en su obra expone: "¿cómo podemos decir que el tiempo ES, cuando la razón de que sea tiempo es que va a dejar de ser? En realidad, cuando decimos que el tiempo existe queremos decir que tiende a dejar de existir". Desde nuestra perspectiva el tiempo ES en el presente, y es el que tiende a dejar de ser si se desplaza hacia el pasado o hacia el futuro. Ahora bien, ese tiempo siempre presente, teñido de eternidad, "Es" el tiempo del inconsciente.

En el inconsciente freudiano predomina la atemporalidad, es decir, los procesos inconscientes "no están ordenados con arreglo al tiempo, no se modifican por el transcurso de éste ni, en general, tienen relación alguna con él" ("Lo inconsciente, 1915, pp 184). Esta atemporalidad ha sido cuestionada por autores como Aray (1993), Jaques (1984), Rascovsky (1968). Entiendo la discusión en el sentido de considerar que en el inconsciente sí hay un tiempo, diferente al cronológico, definible por sus características particulares. Es el tiempo no mensurable, no parcelado. Es un tiempo en constante fluir, en donde coexisten el pasado, el presente y el futuro. Esta coexistencia puede ser apreciada claramente en los sueños, en los cuales aparecen hechos o fantasías infantiles, mezcladas con restos diurnos y expectativas futuras. En aras de conocer y describir con mayor claridad este tiempo del inconsciente tomaré algunas ideas contenidas en trabajos publicados por filósofos y psicoanalistas interesados en discutir el problema del tiempo, en particular la referencia a un presente-pasado, presente-presente, presente-futuro, o la relación entre pasado, presente y futuro.

Tanto Borges, como Caparrós (1994) citan a Plotino, quien enuncia que hay tres tiempos y los tres son el presente. Plotino (205-270), en su obra Enéadas, diferencia la eternidad del tiempo: "la eternidad es, pues, esto: lo que ni fue ni será, sino que sólo es, poseyendo este "es" establemente por el hecho de que ni cambia en el "será" ni ha cambiado". Primero es la eternidad, "la vida inconmovible, toda junta, infinita en acto ....". El tiempo sería posterior , se produce como "imagen de la eternidad". El concepto del tiempo surge en el hombre al observar el intervalo entre salida y salida del sol, lo que le permitió conocer la dimensión del lapso del tiempo. Es un lapso que "utilizamos a modo de medida; pero medida del tiempo, porque el tiempo mismo no es medida". Este aspecto se refiere a la crítica del autor a la definición aristotélica del tiempo como medida del movimiento. Para Plotino la idea del tiempo permite hablar de lo anterior y lo posterior, lo que fue y lo que será. Es el tiempo el que se divide en presente, pasado y futuro. Este autor, como vemos, contrapone la eternidad inmutable al tiempo divisible.

Donde más claramente pasado, presente y futuro se hacen un eterno presente es en el inconsciente. Freud, en la Conferencia 31 de "Nuevas Conferencias de Introducción al Psicoanálisis" (1933) al referirse al ello y cómo el tiempo no altera el proceso anímico contenido en dicha instancia, recalca: "Mociones de deseo que nunca han salido del ello, pero también impresiones que fueron hundidas en el ello por vía de la represión, son virtualmente inmortales, se comportan durante décadas como si fueran acontecimientos nuevos".

Kierkegaard (1813-1855) en "El concepto de la angustia" (1844) nos dice que el hombre es "una síntesis de alma y cuerpo, pero también es una síntesis de lo temporal y lo eterno". Discute ambas síntesis y la reflexión sobre la segunda lo lleva a preguntarse qué es lo temporal. Si el tiempo es "la sucesión infinita", se puede definir como presente, pasado y futuro. Esta definición es incorrecta en tanto el tiempo mismo aparece en su relación con la eternidad, lo infinito. Por otra parte, requiere encontrar un punto de apoyo firme en un presente que sirva como base de esa división. Pero como cada momento es "la suma de todos los momentos, un proceso, un pasar de largo", no encontramos ese momento, ese presente firme "y, por consiguiente, no hay en el tiempo ni presente, ni pasado, ni futuro". El presente no es el tiempo, pero lo eterno si es presente en la medida que la sucesión es abolida. "Para la representación lo eterno es un avanzar que a pesar de todo no se mueve del sitio" y en "lo eterno tampoco se da ninguna discriminación del pasado y futuro"......."El presente es lo eterno, o mejor dicho, lo eterno es el presente"....."Lo eterno también viene a designar lo presente que no tiene ningún pasado ni futuro, pero ésta es la perfección de la eternidad". Esta sería otra manera de describir el tiempo del inconsciente, un presente eterno, o un eterno presente.

Elliott Jaques, un psicoanalista preocupado por el tema del tiempo por más de 30 años, en su obra "La Forma del Tiempo" (1984), nos presenta una formulación bidimensional del tiempo. Una es la sucesión, el tiempo cronológico del físico, secuencial, medible, el tiempo objetivo de lo anterior y lo posterior, que contiene la idea de una reconstrucción histórica sin dimensión afectiva. La otra dimensión es la de las predicciones y los propósitos, que contiene "las ideas de dirección a metas y de lo que ocurrirá, dentro del campo presente y contínuo de pasado-presente-futuro, coexistente en la interacción de recuerdo, percepción, deseo y anticipación". Es el tiempo psicológico, de episodios que tienen un comienzo, un nudo y un final, el tiempo humano de las intenciones y fines, que conlleva las "consiguientes alternancias de éxito y fracaso, catástrofe y renovación, vida y muerte".

En este interesante libro, el autor distingue tres significados del presente: el presente inmediato, el presente activo y el presente existencial. El presente inmediato o fluyente "designa un ámbito del campo vivencial que comprende las regiones en interpenetración continua, de pasado-presente-futuro en la simultaneidad de recuerdo, percepción y propósito". Es un presente amplio, con fronteras arbitrarias, que permite hablar del momento presente, el presente día o año, la presente década, etc. El presente activo es el "teatro en que cada persona lleva su vida activa". Comprende lo que una persona comenzó ayer y espera terminar la próxima semana, o que comenzó el mes anterior y terminará en dos meses. Define al individuo productor que persigue una meta determinada. El presente existencial es el que nos permite considerar nuestra vida como un todo; es un presente que contiene el sentimiento de continuidad y de integridad que tenemos de nosotros mismos como personas. Retomaremos esta idea en la parte final, en la discusión de la relación entre regresión y tiempo.

Thomas Odgen, (1986) discute la creación de la historia en el hombre como un logro de la posición depresiva. En la posición esquizoparanoide el presente se proyecta en los acontecimientos anteriores. Cuando un paciente borderline se enfada con el terapeuta, interpreta las vivencias anteriores como si fueran producto del engaño de este último. Se produce una "ampliación del presente". En cambio, en la posición depresiva no se puede negar o volver a escribir la historia. Se puede intentar la reparación de la persona a quien se siente que se ha dañado, "sabiendo muy bien que eso no cambia el pasado". El otro se vivencia como "poseedor de una existencia separada". La relación de objeto total lleva a "sentir preocupación por las personas a las que uno no controla". Esta apreciación se ajusta al reconocimiento del pasado en su diferencia con el presente.

En un artículo titulado "El tiempo del inconsciente" (1991), Nejamkis J. Considera la necesidad de "suponer un tiempo del inconsciente para poder interpretarlo". Para que el preconsciente logre tomar más áreas del inconsciente, a través del análisis, es necesario que el paso no ocurra de un no tiempo a un sí tiempo, sino que sea de un tipo de tiempo a otro. En dicho artículo sostiene que ese tiempo del inconsciente corresponde al tiempo-espacio relativo, es decir, aplica la teoría de la relatividad al estudio de la mente humana.

Sintetizando, considero que el concepto del tiempo presenta dos vertientes psíquicas. Una de ellas es el tiempo del consciente-preconsciente; éste es el que se divide en presente, pasado y futuro. Es el tiempo medible, secuencial, cronológico. Como concepto se adquiere en el transcurso del desarrollo y en determinadas circunstancias dejamos de percibirlo para dar paso a la otra vertiente. Esta otra vertiente es el tiempo del inconsciente, definible como un eterno presente o un presente eterno, el tiempo que Es, el tiempo que no deja de existir en tanto se confunde con la eternidad; es un átomo de eternidad inmanente a cada individuo; por tanto, no tiene posibilidad de medida y no diferencia entre pasado, presente y futuro.