Introducción

El interés creciente de la comunidad médica en las osteopatias clínicas se halla especialmente relacionado con la prevalencia de la osteoporosis y su impacto en la salud pública mundial, así como con el hecho de disponer en la actualidad de tecnología adecuada para su diagnóstico precoz y contar con drogas efectivas para el tratamiento de la misma.

La osteoporosis (OP) es la enfermedad metabólica ósea más frecuente y se le reconoce como un problema mayor de salud pública en muchos países, particularmente en los más desarrollados1,2. Aunque su mayor impacto es en el sexo femenino, los hombres también pueden padecerla. Los niños y adolescentes pueden presentar, aunque muy raramente, una forma de osteoporosis juvenil primaria producida por mecanismos poco conocidos 3. La osteoporosis es la enfermedad metabólica ósea de mayor prevalencia mundial, responsable de los elevados costos derivados de el tratamiento de sus complicaciones. En los EEUU se estima en más de 20.000 millones de dólares anuales, debidos en su gran mayoría a fracturas de fémur proximal 4.

La Osteoporosis debe ser considerada como una enfermedad sistémica del esqueleto, multifactorial, insidiosa y de lenta evolución que se establece sin ocasionar síntomas relevantes (generalmente subvalorados), hasta que se produce una fractura. Se caracteriza por la disminución de la masa ósea (cantidad reducida de tejido óseo por unidad de volumen de hueso), que conlleva una alteración de la microarquitectura (con disminución de su resistencia mecánica), determinando un aumento del riesgo de fractura 5. Es una enfermedad al igual que la hipertensión o la diabetes mellitus, las cuales pueden ser definidas por el gradiente de riesgo de un resultado adverso, como por ejemplo el accidente vascular cerebral y la fractura que se hallan asociados con las anormalidades fisiológicas de la presión arterial una y la densidad mineral ósea la otra.

Estudios de corte o transversales en diferentes poblaciones evaluando la masa ósea a través de los años, han sugerido que el desarrollo esquelético presenta tres fases: crecimiento, consolidación y pérdida (6). La mayor ganancia de masa ósea ocurre durante el crecimiento lineal y con el desarrollo provocado por la estimulación gonadal durante el estadio IV de Tanner (7-8), el cual se completa alrededor de los 20 años; durante los 5 a 10 años siguientes, el enriquecimiento mineral continúa en algunas regiones en ausencia de un apreciable cambio en el tamaño esquelético (consolidación) (9). Luego de un período variable que aún no está bien establecido, comienza la pérdida ósea (10,11). Las mediciones de la masa ósea han permitido identificar a pacientes con disminución de la misma, con un riesgo mayor para el desarrollo de fracturas, que podían ser incluidos en esquemas terapéuticos antes que las mismas se presentaran (12,13).