Introducción

En su "Diccionario del Psicoanálisis", Elisabeth Roudinesco describe a Ferenczi como "un adepto de la medicina social. Siempre dispuesto a ayudar a los oprimidos, a escuchar a las mujeres desesperadas y a aliviar a los excluidos y a los marginales". Dirá: "de una curiosidad insaciable, Ferenczi se interesó durante toda su vida por múltiples formas de pensamiento, de las más científicas a las más irracionales". Y más adelante: "Más intuitivo, más sensual y más femenino que Freud, Ferenczi busca en el psicoanálisis el medio de aliviar el sufrimiento de sus pacientes. Está, pues, menos atraído por las grandes hipótesis generales que por las cuestiones técnicas".

Siendo Ferenczi un hombre apasionado con un pensamiento brillante y ávido de experiencia, era inevitable que explorara, junto con los límites del análisis, sus propios límites. Curar, curarse, saber, sentir, comprender, forman parte de su original aventura en relación con el psicoanálisis. Como muchos pioneros, experimenta sobre sí mismo los efectos de sus descubrimientos, a veces patético en sus excesos, pero siempre incitante y original.

En cierto sentido, Ferenczi fue un mártir del psicoanálisis. Entrampado en una intensa transferencia con un Freud autoritario, terminó siendo marginado por los seguidores más ortodoxos de Freud y despertó en él una intensa ambivalencia.

El maestro no le permitió su originalidad ni el atrevimiento más allá de los límites que él mismo se había impuesto o que quizá no supo trascender.

El punto de partida de Winnicott es bien diferente. Nace cuando la "familia" psicoanalítica ya estaba constituida, con un Freud más abuelo mítico que padre severo, y esto le brinda una libertad, que si bien es en gran parte una característica personal, es también un lugar transicional menos exigido, menos presionado por la batallas de la conquista. Y además, ¿cómo olvidar que, reconocido o negado, el propio Ferenczi le abrió el camino a Winnicott, y se le ve aparecer entre bastidores en muchos de sus textos?

En ambos vivió la pasión terapéutica. Sin embargo, la furia terapéutica de Ferenczi se aproxima a la reivindicación de los desposeídos. La vocación terapéutica de Winnicott está más cerca de la "consideración por el otro" de los privilegiados. Culturalmente, Ferenczi es atravesado por la pasión trágica del pueblo húngaro; Winnicott se ubica en esa seguridad de "tener un lugar en el mundo" característico del pueblo inglés.

Y aquí llegamos al punto central de mi tesis: dos hombres sensibles, con una intensa pasión por curar y una profunda honestidad intelectual y científica se encuentran entrampados en el inevitable poder que otorga al terapeuta la situación analítica. Con diferentes términos, uno y otro hablarán de asimetría de la relación, de insensibilidad del analista, de exponerse y no exponerse, de dependencia y confianza. Y se preguntan cómo superar las barreras que el encuadre analítico impone al necesario encuentro entre dos seres. ¿Cómo asumir una empatía que no sea un simple artificio? ¿Cómo comprender al otro más allá de una posición de superioridad benevolente?