El Educador Sanitario

No conforme con la lista de aportes médicos, el Dr. Baldó se abrió espacio para dedicarse a la docencia, ya que para él era fundamental instruir a los futuros encargados de preservar la salud de los pacientes tratantes. Tratar de desligar la labor docente de la labor sanitarista de Baldó es prácticamente imposible, ya que toda su obra gira, básicamente, en torno a la erradicación de la tuberculosis en Venezuela.

A partir del 25 de febrero de 1936 el doctor Baldó ejerció como profesor de la cátedra libre de Clínica Tisiológica contando con el Dr. Rafael González Plaza como Jefe de Clínica. El 20 de diciembre del mismo año fue seleccionado como miembro de la Academia Nacional de Medicina. Entre 1937 y 1962 se desempeñó como profesor de la cátedra de Tisiología de la facultad de Medicina de la Universidad Central de Venezuela. Es interesante recalcar que en 1937 se realizó en la Universidad Central el primer concurso de oposición en el país, confiriéndosele al Dr. Baldó la Cátedra Clínica Tisiológica.

El 11 de diciembre de 1956 se le confiere el título de Profesor Honorario de la Facultad de Medicina, en acto académico realizado en la Universidad de los Andes. A medida que avanzaron los métodos de diagnóstico, se fue dando la importancia merecida a las enfermedades pulmonares lo que dio pie a que las diferentes cátedras de Fisiología se convirtieran en la Cátedra de Neumonología, incorporando las enseñanzas y técnicas de diagnóstico y tratamiento en la lucha contra el cáncer de pulmón, los tumores, la micosis, los quistes y otros procesos patológicos causados por bacterias, virus y parásitos, ampliando así el ámbito de acción.

Para 1940, debido al segundo curso realizado en el país para preparar médicos higienistas, se entendió que los dispensarios antituberculosos no se daban abasto con las comunidades rurales, por lo cual se ideó un nuevo plan de trabajo, denominado red secundaria de tuberculosis. Se agregó a este curso el adiestramiento teórico práctico requerido para que los médicos que tenían servicios locales pudieran realizar un mínimo de trabajo en tuberculosis, lo que dio pie al nacimiento de la Fisiología Sanitaria que aunada a otras clínicas, colaboró en la creación de los Cursos Medios de Higienistas, mejor conocidas como Clínicas Sanitarias. Siete años más tarde se dictó en el Sanatorio “Simón Bolívar” el primer curso de postgrado de Fisiología, “el cual se constituye como pionero dentro del área clínica en el país”. Como director fungía el Dr. Baldó mientras que el rol de instructor lo ejerció el Dr. Rafael González Plaza. Para su realización contaron con la colaboración de todos los médicos de la institución.

Apoyado por la creación de la Escuela de Salud Pública dentro de la Facultad de Medicina de la Universidad Central de Venezuela, Baldó coordinó los esfuerzos de grupos universitarios para dar paso a la iniciación de los cursos de postgrado clínico. Una vez más el Dr. Baldó cumplió su cometido y continuó su marcha hacia más logros en el ámbito universitario-médico.

Como reconocimiento a la maravillosa labor docente de Baldó, fue distinguido con distintas promociones, tales como: Promoción “José Ignacio Baldó”, Curso de Trabajadoras Sociales, Escuela de Servicio Social; Promoción “José Ignacio Baldó” Curso de postgrado de Médicos Tisiólogos-UCV 1957, entre otras.

El 20 de noviembre de 1976 se apagó la vida del insigne médico sanitarista, por lo cual la Facultad de Medicina de la Universidad Central de Venezuela, conciente y abatida por la gran pérdida, acordó tres días de duelo, tres días en los cuales no se desarrolló ningún tipo de actividad cultural o deportiva.

José Ignacio Baldó Soulés, dejó de legado no sólo más de 130 trabajos científicos, publicados en distintas revistas (Rev. Gaceta Médica de Caracas, Tisiología y Neumología, publicaciones del Ministerio de Sanidad y Asistencia Social), entre los cuales destacan: Contribución al estudio de las instituciones médico-asistenciales a realizar para la zona industrial del Caroní (1959), El educador sanitario (1963), Estudios sobre la tuberculosis de la infancia en Caracas (1936), La lucha antituberculosa en Venezuela y sus problemas (1944), entre otros, sino unas bases sólidas para la construcción de una medicina de primera y una hermosa lección de vida, que demuestra que el límite lo pone uno mismo.