Tiempo de “locos”


“Accidental” fue el calificativo utilizado por Manuel Matute, psiquiatra venezolano de reconocida trayectoria, para referirse a los comienzos de esta especialidad médica en el país, cuyo nacimiento debe ser ubicado en las últimas décadas del siglo XIX. Para ese momento, el presidente de la república era Antonio Guzmán Blanco, la Guerra Federal (1859 – 1863) había sucedido hacía apenas quince años y la economía de la nación todavía se caracterizaba por ser fundamentalmente agrícola. Venezuela seguía siendo un territorio atrasado y rural, con un sistema político republicano aún débil e inestable.

Según el relato del Dr. Matute, dentro de ese contexto histórico, específicamente en el año 1874, Guzmán Blanco decretó la creación de una Casa de Beneficencia, que posteriormente pasó a llamarse Junta de Beneficencia. Durante muchos años este organismo se encargó de controlar y organizar todo lo relacionado con la salud nacional. Hospitales como el José María Vargas, la Cruz Roja y la maternidad Concepción Palacios, durante un buen tiempo estuvieron adscritos a su jurisdicción.

Para este psiquiatra y profesor universitario lo relevante de aquella iniciativa guzmancista fue la solicitud de la construcción de un departamento especial para “locos”. En este sentido, Manuel Matute realizó una interesante observación: “vean ustedes las palabras de un hombre como Guzmán. Él no dice enfermo mental, sino ‘locos’. Bueno, ahí comenzó, en 1874, la primera manifestación de una organización hospitalaria”.

Sin embargo, el Dr. Matute destacó que ya en 1810, en el estado Mérida, un fraile de nombre Francisco Javier Beirastosa se había encargado de fundar una casa especial para enfermos mentales, particularmente pacientes femeninas. Este primer antecedente, no contó con la fortuna de ser muy duradero, pues dos años después de haberse inaugurado (1812), ocurrió un terremoto que prácticamente destruyó aquella edificación. Por lo tanto, el decreto de Guzmán Blanco de 1874 pasó a ser reconocido como el comienzo oficial de la psiquiatría en el país.

Posteriormente, en 1876 fue creado en Los Teques (Estado Miranda, norte de Venezuela) un asilo para enajenados mentales que tuvo la particularidad de no contar con un director propio sino hasta dos años después; es decir, en 1878. La persona asignada para asumir dicho cargo fue Enrique Pérez Blanco, quien permaneció en el mismo hasta el año 1884, cuando fue sustituido por un personaje curioso e interesante dentro de la historia de la práctica psiquiátrica nacional: Telmo Romero.

De acuerdo con el psiquiatra y profesor universitario, Romero fue nombrado director del Asilo de Enajenados Mentales de Los Teques (Edo. Miranda, norte de Venezuela) por el presidente de aquel momento, Joaquín Crespo. Previamente había sido un comerciante de ganado en la frontera venezolana con Cúcuta (Colombia), viviendo en la península Guajira durante una amplia temporada – prácticamente un año-. Esto, con la finalidad de adquirir conocimientos medicinales de los piaches y caciques de las tribus indígenas de aquella región.

Como resultado de esa experiencia, Telmo Romero escribió un libro titulado El bien general (1883), financiado con su propio dinero y que se agotó rápidamente una vez puesto a la venta. “El libro tenía como unas 200 páginas con tratamientos para todas las enfermedades (…) Por ejemplo, para el caso de las mujeres que tenían los senos caídos, él tenía una fórmula que hacía posible que los mismos recuperan su firmeza”, comentó Manuel Matute.

Pero Romero no sólo fue famoso por sus recetas y su libro, sino también por haber sido una especie de protegido o “Rasputín” - como también se le ha calificado – de la familia Crespo. Al parecer, según la versión ofrecida por el Dr. Matute, en una oportunidad este “curandero” atendió a uno de los hijos del presidente. Dado que la señora de Crespo había quedado muy satisfecha con el tratamiento aplicado por Romero, tanto ella como su esposo le ofrecieron todo su apoyo y respaldo. Fue así como este hombre, el cual ni siquiera poseía el título de médico, pasó a encargarse de la dirección del asilo de Los Teques.

“Cuando tomó posesión de aquello, lo más curioso es que le dijo al hombre que trabajaba como encargado del hospital: ‘aquí hay 80 pacientes; en poco tiempo ya tendremos curados 20 ó 30’ (…) Ahora, vean una cosa: Telmo Romero, a los dos meses, – él entró en julio de 1884, luego pasó agosto y septiembre – efectivamente mandó una carta a la Gobernación de Caracas participándole que ya 15 ó 20 pacientes estaban curados. Y no solamente, les dieron de alta, sino que hubo la ocurrencia de enviar desde Caracas dos médicos destacados, profesores de la universidad, a ver los pacientes que presentaba como curados. Fueron a Los Teques, los examinaron y en el informe quedó establecido y publicado en la Gaceta Oficial, que estaban curados. Después, al poco tiempo, dijo que tenía cinco más (…)”, indicó el psiquiatra y profesor al referirse a la labor de este personaje.

Ahora bien ¿cuál era el secreto de Romero para lograr semejantes resultados? Para Manuel Matute, la clave no se encontraba tanto en sus hierbas o fórmulas como en el constante contacto humano que este “curandero” logró establecer con los pacientes de aquel centro de atención. En tal sentido señaló que el antiguo director, Enrique Pérez Blanco, se limitaba a visitar el asilo sólo unas pocas veces a la semana – “unas dos o tres”, especificó –, lo que hacía de su trabajo como autoridad de aquel sitio, una actividad cumplida de manera irregular e ineficaz.

Todo lo contrario sucedió con Romero. “Muchos de esos pacientes corresponderían posiblemente a trastornos pertenecientes al campo de las neurosis, y esas personas no habían tenido nunca a nadie que estuviese conversando con ellas. Telmo, contrario a lo que hicieron otros, no iba una vez a la semana, sino que estaba ahí. Y esa presencia ahí fue fundamental. Para seleccionar 20 pacientes, tuvo que hablar con ellos, tuvo que estar cerca de ellos y eso te explica cómo al poco tiempo salieron curadas estas personas”, indicó el entrevistado.

Telmo Romero permaneció a cargo del asilo de enajenados de Los Teques hasta 1886, año en que Guzmán Blanco asumió nuevamente la presidencia de Venezuela. Mientras ejercía dicho cargo, este Jefe de Estado demostró una vez más su interés hacia el tema de la salud mental, pues en 1887, elaboró un decreto de 17 artículos, todos ellos referidos al enfermo y a la práctica médica psiquiátrica.

En este documento se estableció, entre otras cosas, que para poder ingresar a una persona a un centro de asistencia mental debía presentarse un certificado firmado por al menos dos médicos. Esta solicitud sigue vigente, de acuerdo con lo explicado por el profesor universitario. También quedó prohibido el uso de elementos de fuerza como grilletes, esposas de la época, camisas de fuerza de aquel entonces y otros elementos de represión. De hecho, Manuel Matute afirmó que muchos de los puntos que conformaban dicho decreto están contenidos en los actuales reglamentos hospitalarios sobre enfermos mentales.

¿Cómo eran tratados en ese momento los pacientes psiquiátricos terapéuticamente?
Para la época el tratamiento era muy rudimentario. No había llegado todavía el electroshock. Esto llega a Venezuela en el año 1940. De paso, uno de los primeros países que lo ensayó fue el nuestro. Mucho antes que los Estados Unidos. ¿Qué otras cosas se utilizaban? Mangueras con agua fría o agua caliente, entre otros métodos. Pero tener una selección de medicamentos específicos…no, no había nada de eso. En líneas generales la situación del enfermo mental quedaba reducida a una casa donde estaba el paciente y se le tenía ahí, para que fuera más o menos atendido.