Su
libro: Del ejercicio privado de la medicina o de la alienación del
acto curativo
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“La
obra de Gilberto es una denuncia de la tremenda injusticia social existente
en Venezuela, que se expresa en el hecho de que el 90 por
ciento de la población de escasos recursos económicos cuenta
para ser atendido con 182 públicos, mientras que el restante 10%
de la población con recursos económicos suficientes, cuenta
con 173 unidades privadas dotadas con servicios de hospitalización.” Eloy Torres, prologuista del libro Marzo 1979 |
En 1979, el Dr. Gilberto Rodríguez Ochoa publica Del ejercicio privado de la medicina o de la alienación del acto curativo, donde expresa su visión personal sobre el ejercicio de la profesión médica. Para él, la consulta privada está en contradicción con el juramento hipocrático que hacen los galenos al obtener su título profesional.
En la dedicatoria del libro se expresa claramente el pensamiento del autor: “A los trabajadores explotados y los enfermos pobres, porque es urgente que tomen conciencia de que es EN ELLOS donde se aprende medicina y luego no se ejerce adecuadamente PARA ELLOS. A los enfermos ricos o aspirantes a serlo, para que sepan que al médico de la sociedad capitalista no le interesa vuestra condición de hombre enfermo fundamentalmente sino vuestro dinero. A mis colegas, de quienes es vano esperar grandes tareas transformadoras en una sociedad como esta (excepto unos pocos)…”
La obra, de 81 páginas y once partes, concentra lo que sería la esencia del trabajo del Dr. Gilberto Rodríguez Ochoa: combinar su avanzado nivel profesional con un elevado compromiso social.
La
medicina antes y después de la “Civilización”
En
las primeras dos partes de su libro, el Dr. Rodríguez presenta un recuento
histórico de la evolución de la medicina, explicando cómo
con la llegada de la llamada “civilización”, el acto curativo
se alienó, constituyéndose en un acto principalmente mercantilista.
Para sostener su posición el autor utiliza varios ejemplos. Uno de estos es lo que el poeta Petrarca le escribió al papa Clemente VI cuando éste estaba enfermo: “Sé que tu lecho está asediado por los médicos, y esta es la primera razón de mis temores. Expresamente están discordes entre sí: cada uno estima vergonzoso para él no decir nada nuevo y andar sobre las pisadas de otros. Y no es dudoso (para decirlo con Plinio) que todos cuantos son, mientras que de hallazgos nuevos esperan la fama, hacen su tráfico de nuestras vidas.”
A Rodríguez Ochoa lo alarmaba la vigencia y hasta agravamiento de la situación planteada por el padre de la higiene social, Johan P. Frank (1745-1821), al escribir en 1.790 lo siguiente: “Agobiado con tantas causas de enfermedad, el pobre está expuesto a numerosas desgracias en cuanto sucumbe a una de ellas. Estremecido por la fiebre, se aferra a su duro trabajo para mantener a su mujer y a sus hijos hasta que su organismo se derrumba bajo el peso de tanta miseria. La indigencia le niega medicamentos, comida apropiada y asistencia. Pasan los días y se pasa la ocasión de salvarlo. Entra en un hospital si hay alguno, pero allí está duramente separado de su familia hasta su entierro. Ha podido buscar más pronto este refugio, pero en la mayor parte de los hospitales existe tanto peligro de contagio y tan cruel abandono del enfermo pobre, que las cifras de mortalidad hospitalaria son más elevadas que las generales.”
Gilberto Rodríguez Ochoa sostuvo que con la “civilización” la enfermedad dejó de ser “un opuesto de la comunidad al que debía vencerse y expulsar, para devenir en un opuesto individual, ¡gracias a la conversión del conocimiento médico en una propiedad privada y subsecuente empleo como valor de cambio!”
¡Que
vivan los enfermos!
En la tercera parte del libro se presenta irónicamente la actitud de
ciertos médicos que cuentan los enfermos que les hace falta atender para
poder adquirir algún bien personal. “Un médico le pregunta
a otro (al verle varios pacientes en espera): ¿Cómo que te está
yendo bien, no? Y el otro responde: más o menos, ¿Y a ti?. Terminando
el primero: la cosa no estuvo muy buena, chico, porque me vinieron tres nada
más;” cuenta el Dr. Rodríguez como experiencia vivida por
él en las clínicas privadas.
Para el Dr. Gilberto Rodríguez, al contrario de la posición mostrada anteriormente, el acto curativo debe ser un acto “amoroso”, como lo son las cosas principales de la vida: educar, sembrar,… Le asqueaban los médicos que “'alquilan' cargos, porque tienen varios puestos y colocan a otro colega en uno de ellos, asalariado;” o a “esos médicos 'docentes', quienes no enseñan ni transmiten cabalmente sus experiencias, ex profeso, sino 'algunas cositas', como el avaro imbécil quien a diario amasa su dinero envuelto y mira a los demás con desconfianza, por el rabillo del ojo.”
Algunos problemas: especialización, empleados públicos, industria farmacéutica
A partir de la cuarta parte del libro, el Dr. Rodríguez presenta varias situaciones en el ejercicio de la medicina que han degenerado en graves problemas para la salud de la sociedad. Inicia criticando al binomio <<especialización-tecnología>>: “el saber médico se va parcelando y con ello, el hombre mismo es “fragmentado”, y de hecho el acto médico de bio-sicológico que era desde finales del siglo pasado, ha devenido en un acto “tecnologizado”, que contribuye sin duda a la alienación del acto curativo.”
En segundo término, enfila sus observaciones en contra de los médicos que trabajan en el sector público y que, según él, sufren también de alienación en el ejercicio de la profesión: “Estos consideran a los enfermos 'públicos' como ciudadanos <de segunda>. Los tratan a distancia; les hablan caminando, sin detenerse frente a él y mirarle a los ojos; casi no dejan hablar al enfermo; con frecuencia demuestran malestar ante el trabajo; no asumen su responsabilidad como líderes naturales del grupo que les rodea; les importa un pepino que las enfermeras cumplan o no, o las camareras; o que una puerta esté rota; o que la comida no sirva; muchos son unos pedantes , que creen tener el don de la verdad eterna (la 'verdadera ignorancia', decía Platón); pocos actúan con humildad; muchísimos se empeñan en "ser importantes pero no en ser útiles", como dijo Churchill; buena parte de los directivos son 'preocupados' pero no 'ocupados'.”
Finalmente, señala el gran “negocio” que constituye las enfermedades dentro del sistema capitalista. El Dr. Rodríguez afirmó que el 75% del costo de los medicamentos corresponde a gastos “totalmente innecesarios”: “Las propagandas sobre el producto, los visitadores médicos junto con el vehículo y otros gastos; las muestras 'gratis'; lo que se ganan los intermediarios (farmacias); y por último, la gran tajada: la ganancia del capitalista productor de medicinas.”
La
Salud en Venezuela
En la octava parte del libro, el Dr. Rodríguez describe la situación
de la salud en Venezuela en los años 70s. En aquella época Venezuela
ostentaba el no muy halagador primer puesto del mundo en mortalidad por cáncer
en la mujer.
“Todos
los años hay unos 5.000 casos de tuberculosis que producen 1.000 muertes
anuales; cada año mueren centenares de niños por sarampión
y tosferina; todos los años hay una cifra astronómica de alrededor
de 300.000 casos de diarreas y gastroenteritis, con una producción de
6.000 muertes; la desnutrición es importante en grupos amplios de la
población; en muchos sitios del país la sarna sigue empeorando
o se mantiene estable, y mientras porcentajes altos de los habitantes de los
cerros padece esta enfermedad a veces grave, muchos dermatólogos ocupan
su tiempo en problemas con frecuencia de poca importancia pero sí altamente
remunerativos; las citas para muchas consultas son de varias semanas o meses,
y muchos enfermos deambulan en una especie de 'tour alrededor de los hospitales',
lo cual ocasiona que millares de niños y adultos sufran crónicamente
de manera innecesaria; o peor aún, que mueran diariamente 42 venezolanos
sin asistencia médica,” resume de esta forma el Dr. Rodríguez
la situación del país en el campo de la salud.
Des-alienación del acto curativo: ¿socialización
de la medicina?
Dr. Rodríguez concluye que no basta tener un buen código de Deontología
o una moderna Ley del ejercicio de la medicina sino se cambian las bases del
intercambio capitalista sobre las que se asientan el acto curativo. Además,
observaba que con el cuadro político-económico-social que vivía
Venezuela en los 70s (y vive aún), no es posible socializar la medicina
aunque sí creía que era posible echar a andar la desalienación
y generalización del acto curativo.
“Para desalienar y generalizar entonces ese trabajo médico, es necesario devolver a la sociedad lo que le pertenece: el conocimiento… Donde se rescate incluso el acto de amor que debe ser la curación,” propone el Dr. Rodríguez.
Finaliza
la obra con una frase contundente: “Ejercitar privadamente
(¡aún cuando se cubra de barnices!), es el camino contrario a la
lucha por la desalienación del acto curativo.”